LA CORRUPCIÓN…LA PEQUEÑA CORRUPCIÓN
Por Evanny Martínez Correa.
No hay que hacer muchas elucubraciones para identificar dos problemas que aquejan, duramente, a Colombia y a Chocó: el narcotráfico y la corrupción, respectivamente. No porque Chocó es o no parte de Colombia ni porque éste es el único país del mundo en donde se cultive, comercialice y trafique con drogas o porque es Chocó el único lugar donde un mandatario local es acusado de hacer mal uso de unos recursos públicos, pequeña corrupción, sino porque quizá los hechos son tozudos y tienen mas prensa.
No obstante, esos dos problemas nos han amargado la vida como nación y como departamento, y parece ser que nos la seguirán amargando, por largo tiempo, hasta que desaparezcan las causas que los originan. Mientras tanto, seguiremos rasgándonos las vestiduras desde las consecuencias, las mismas que son devastadoras: gracias al narcotráfico ha habido más muertos en Colombia y en el mundo que en la primera y segunda guerra mundial juntas y la mácula que lleva el país frente al mundo es pandémica. Por su parte en Chocó personas buenas se ven enlodadas.
No obstante, la pequeña corrupción, como arma política, se enarbola como primer argumento, consciente que es una verdad a medias, para justificar el retraso económico que padecen los pueblos negros del Pacífico Colombiano; bañados por dos mares, la mejor esquina de América, quizá con el mayor potencial pesquero del mundo y la posición geoestratégica para el comercio exterior que envidiaría cualquier nación del mundo. Todo subutilizado inexplicablemente por una dirigencia miope y egoísta.
Chocó debe avocar, enfrentar, sin miramientos su problema; Colombia el suyo, el mundo tiene un deber ético de ayudar al país; los ciudadanos, en especial los jóvenes del mundo tienen el deber también ético de ayudar en esa empresa. Colombia por su parte tiene el deber de ayudar a Chocó, no con fuete ni con la desmoralización de sus ciudadanos ni con conductas quizá injustas sino con el fortalecimiento de nuestra ciudadanía. También debe aceptar que sus problemas en este campo son profundos: el país tiene una calificación de 37 sobre 100 entre las naciones más corruptas del mundo, por supuesto, esta nota les hace perder autoridad para juzgar.
Los chocoanos debemos iniciar por aceptar que la financiación de las campañas políticas es una de las principales causas del problema. No hay razones para que entre nosotros los procesos electorales sean un negocio persa, cuantiosísimo, que pone en jaque al elegido para devolver a los financiadores los recursos económicos invertidos en campaña. Así, atrapados los elegidos por cuantiosas deudas la vida se les vuelve un infierno, porque mientras los organismos del Estados los vigilan los financiadores de la campaña los amenazan y les exigen. Son cuatro años de presiones por todas partes que los hace vulnerables, los vuelve reos de su propio invento y les deteriora la calidad de vida; en realidad, por ellos se padece de pena ajena.
Diagnosticadas las causas, la solución debe partir de las mismas que la generan, iniciando por las hordas de ciudadanos que negocian su voto el día de las elecciones y siguen reclamando dinero y comida hasta después del periodo de gobierno, esos mismos que pretende levantar su voz tardía cuando pasan las elecciones. A su vez, el Estado colombiano, si de verdad le interesa solucionar este problema, antes de rociar con gasolina a las consecuencias, debe urgentemente legislar seriamente sobre este punto.
Los candidatos a cargos públicos de elección popular, líderes de buena fe que desean representar decorosamente a su pueblo podrían, con grandeza, hacer acuerdos previos al evento electoral para rebajar la inversión en las campañas políticas, bajo pactos de caballeros.
Sin embargo, todo lo anterior no es suficiente, necesitamos dinamizar la economía del Chocó para que la gente no disponga como única empresa y fuente de ingreso digno a los entes territoriales; necesitamos urgentemente llegar al mar para inundar el país y el mundo de pescado de buena calidad, facilitar el comercio internacional al interior del país; promocionar la empresa de turismo en la región y construir pequeños empresarios que generen sus propios ingresos lejos de la única empresa que es el Estado como suele ocurrir en estos momentos. La pobreza es una de las causas que deteriora al medio ambiente y amenaza la dignidad humana; sin lugar a dudas, es la causa fundamental de nuestra tragedia como departamento.
Finalmente, falta más: nuestra cuota individual de sacrificio para salir del problema. Solo cuando estas inquietudes estén resueltas, podemos preguntarnos, con sinceridad, ¿si la corrupción es un vicio, un placer, una necesidad o parte de nuestra naturaleza humana?; en últimas, ¿si somos víctimas o victimarios de este fenómeno?.