Por Julio César Uribe Hermocillo. Tomado de El Guarengue. https://miguarengue.blogspot.com/2023/01/para-mincultura-desdequibdo-quibdo-ayer.html
Ignoro en qué va el proceso de cambiarle el nombre al Ministerio de Cultura de Colombia, ideado por la nueva ministra, para llamarlo dizque MiCasa (Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes), aduciendo motivos de fondo, que -en el fondo, hay que decirlo- son más de forma que de fondo; pues el vocablo cultura, igual que cientos de sustantivos comunes de la lengua española y decenas de conceptos de las ciencias sociales y humanas, se refiere a un conjunto de materias o cosas, no a una sola; de modo que decir cultura y llamar así al ministerio gubernamental que se ocupa de ella no equivale a instaurar la creencia de que existe una sola cultura y que -si no se agrega una ese para pluralizar la palabra- estamos siendo excluyentes o ignorantes de la realidad pluricultural de la nación colombiana. En el mismo sentido, es irrelevante hacer más extenso el nombre del ministerio, añadiéndole categorías o conceptos que están consustancialmente incluidos en el concepto englobante de cultura, como las artes y los saberes, que son referencias fundamentales cuando de cultura se habla… Si este cambio tuviera el sentido que se le quiere imprimir, también deberíamos entonces proceder a pluralizar las denominaciones de por lo menos cuatro ministerios más: de los deportes; de las ciencias; de las viviendas, ciudades y territorios; y de los transportes. [1]
Dicho esto, necesario para subrayar que deberíamos enfocarnos en asuntos menos baladíes, deberíamos saber qué tiene previsto el actual Ministerio de Cultura para unos cuantos asuntos de vital importancia en esta materia en Quibdó, una población actualmente desdibujada por la zozobra y el miedo de la violencia que se apoderó de ella desde hace varias décadas, y siempre en ese lamentable estado de pronóstico reservado que se deriva de la falta de atención seria y real a sus problemas, así como de la profunda ausencia de gobernanza y de actuación institucional coherente con su pésima situación.
Empecemos por decir que, en Quibdó hoy, la cultura no cuenta con un espacio de esos convencionales, que existen y funcionan bien hasta en municipios muy pequeños y poco conocidos de rincones ignotos del país: una casa de la cultura. La que fue establecida hace más de treinta años terminó convertida en un puesto más de comercio ocupado por toda suerte de mercachifles del desaseado, caótico y extenso mercado público o galería comercial en que convirtieron a la parte céntrica de Quibdó los capitales advenedizos y nativos, que compraron y tumbaron las antiguas residencias y edificios de otros usos para construir en su lugar -con la evidente complicidad oficial de funcionarios y entidades que otorgan los permisos de construcción- infames y deslucidos cajones de cemento, sin la más mínima nota arquitectónica, sin el menor recato en la invasión del espacio público y el irrespeto a las normas de urbanismo; para albergar una cantidad absurda e inimaginable de hoteles, residencias de paso y prenderías, al igual que decenas de pesquerías, pollerías, farmacias, abarrotes, legumbrerías, negocios de apuestas y juegos de azar, fritanguerías, queseras, panaderías, carnicerías, bodegas, etcétera; como si se tratara de una gigantesca central de abastos y no de una ciudad con por lo menos tres siglos de historia continua, capital de un departamento de Colombia y eje institucional de referencia de toda una región de significativa diversidad biológica, étnica y cultural.
El edificio que fue construido e inaugurado como Casa de la Cultura Jorge Isaacs, ubicado en la calle 25 con carrera 4ª en Quibdó, es hoy un escenario cuya entrada es indigna por desaliñada y hosca, con una fachada tan deslucida que, quien no lo sepa, jamás podrá pensar que esa es una casa de la cultura, ya que ni siquiera alcanza a verse el letrero que anuncia lo que era, tanto por su evidente deterioro como por el pandemonio de los anuncios comerciales y de los cables de energía eléctrica, legales e ilegales, que impiden su lectura en la distancia. Coincidencialmente, en medio del tráfago del antiguo barrio Pandeyuca, al frente de ese edificio que fuera construido como casa de la cultura, sobre la calle 25, ha quedado sepultada también bajo el actual maremágnum del rebusque económico callejero y los centenares de motocicletas la que fuera residencia del gran intelectual chocoano Rogerio Velásquez Murillo, así como -a unos treinta o cuarenta metros- ya había caído en desgracia la antigua y grandiosa casona de madera de Don Camilo Mayo, también sin fórmula de juicio, sin ni siquiera una foto para la historia gráfica de la ciudad.
¿Existe alguna propuesta de parte del actual Ministerio de Cultura, y de sus entidades u oficinas pares del departamento del Chocó y del municipio de Quibdó, para recuperar, dignificar y dinamizar ese espacio que pudo haber sido y no fue un escenario útil y apropiado para motivar e impulsar el movimiento artístico y cultural de la ciudad? ¿O no hay propuesta y nos tocará asistir al derrumbamiento completo de esa casa de la cultura, cuando el deterioro múltiple culmine su labor, que está bastante adelantada? Si así fuera, mientras el ministerio se convierte en #MiCASa (así suelen escribirlo en las redes sociales institucionales), esta ciudad capital no tendrá ni siquiera una casa de la cultura.
Por otra parte, y a propósito de escenarios culturales para Quibdó, cabe preguntar si, en lugar de ser en San Pacho y en diciembre una fritanguería pública y un espacio de alquiler a todo tipo de ventas estacionarias, y de modo permanente una inmensa cantina al aire libre y una improvisada pista para clases privadas e infantiles de patinaje; el actual Parque Manuel Mosquera Garcés no podría convertirse en un sitio de memoria histórica, con mobiliario urbano adecuado, señalética histórica y cultural, en donde -además de informar quién era el distinguido chocoano a quien se homenajeó bautizando el parque con su nombre- se revivieran y narraran, de formas creativas, incluyendo elementos gráficos, fotos, planos, textos y placas conmemorativas, hitos claves de la historia de la ciudad y de la región. Este espacio podría complementarse con el del Malecón Jairo Varela Martínez, que se dotaría de otra muestra permanente de elementos históricos y culturales, con un espacio especial para la música chocoana, en honor al fundador del Grupo Niche, a cuyo homenaje está dedicado el malecón.
El Parque Centenario, que forma parte de una iniciativa nacional con la que a principios del siglo XX el Estado colombiano promovió la memoria del primer centenario de la independencia nacional en ciudades y poblaciones de todo el país -mediante la construcción de plazas y parques de la independencia- podría también ser redireccionado a este fin. En sus esquinas noroccidental -contigua a la Catedral San Francisco de Asís- y suroccidental -contigua al edificio del Banco de la República- se ubican dos monumentos, bastante dignos y apropiados, quizás los únicos que en la actualidad posee la ciudad en su sector central, dedicados a dos de sus hijos más dignos e ilustres: César Conto Ferrer y Diego Luis Córdoba. Estos dos monumentos, junto al obelisco o columna conmemorativa de la independencia, erigida en la década de 1910, que ocupa el sector central del parque, pero restaurada y recuperada en su mármol original, retirándole por ejemplo las chambonas placas de acrílico instaladas por guarniciones militares, constituirían, si se trabaja en ello, otro escenario de memoria histórica y cultural de la ciudad.
El bello templete diseñado y construido por el catalán Luis Llach, inaugurado el 12 de octubre de 1924 para recibir los repatriados restos del poeta, maestro, político, periodista, diplomático, filólogo y patricio liberal César Conto Ferrer, debe también ser restaurado, para corregir sus actuales daños de estructura, acabados y ornamentación, y para embellecerlo con colores más adecuados a su categoría de bien de interés cultural, usando técnicas de pintura distintas a la brocha gorda o el rodillo casero. Igualmente requiere una mano amiga de buena curaduría el monumento a quien en la placa conmemorativa se reconoce como “padre del departamento y faro de la raza”, Diego Luis Córdoba. Así, el Parque Centenario -bordeado además por la catedral, el primer edificio del Banco de la República y el actual, y el antiguo Colegio de La Presentación- podría sumarse a las iniciativas antes mencionadas para el Parque Manuel Mosquera Garcés y para el malecón del río Atrato, incluyendo en este, además de lo ya dicho, algún relato sobre la navegación entre Cartagena y Quibdó a lo largo del siglo XX; al igual que una rememoración significativa, seria y rigurosa del gran incendio que destruyó la ciudad en octubre de 1966 y marcó desde entonces una nueva era en su devenir, en casi todos los aspectos de su vida urbana.
Nada mal le vendría a la memoria histórica de la ciudad de Quibdó remozar, resignificar en su intencionalidad y funcionalidad simbólica, y redireccionar en sus usos sociales, estos tres espacios públicos ya existentes -los dos parques y el malecón- situados todos en la histórica Carrera Primera, que desde la época republicana y con la creación de la Intendencia del Chocó, se convirtió en epicentro y fuente de dinámicas históricas que marcaron para siempre lo que fue y sería la ciudad y su población. Habría que conocer si el actual Ministerio de Cultura de Colombia ha pensado algo al respecto o qué propuestas similares tiene sobre los escenarios culturales de Quibdó. Y si sus pares en la Alcaldía de Quibdó (Oficina de Cultura y Turismo) y en la Gobernación del Chocó (Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte) tienen en mente algo al respecto para el año de gobierno de que les resta.
El Centro de Memoria, Documentación y Materialidades Afrodiaspóricas Muntú Bantú, recientemente cerrado por fuerza de las amenazas y extorsiones contra sus directivos e instalaciones; debidamente apoyado para ese fin, sería un inmejorable núcleo de articulación y coordinación de todo lo necesario para que su enfoque de la diáspora y del poblamiento negro del Chocó en general y de Quibdó en particular le dé sentido y perspectiva a las muestras permanentes y temporales que podrían exhibirse en el Parque Manuel Mosquera Garcés, el Malecón Jairo Varela y el Parque Centenario; con los contenidos históricos mencionados y la dimensión étnica y cultural transversalmente presente, con aportes de organizaciones como consejos comunitarios mayores de comunidades negras y organizaciones indígenas, y oenegés locales con experiencia significativa en la promoción y realización de diversas actividades y eventos culturales con enfoque étnico. Del mismo modo que el llamado “Convento”, edificio patrimonial que fue la casa de los Misioneros Claretianos, de la Prefectura apostólica y del Vicariato apostólico, y es hoy sede de la Diócesis de Quibdó; bien podría consolidarse como un escenario complementario a la hora de adelantar actividades promocionales y educativas relacionadas con los demás sitios mencionados, pues su ubicación, contiguo al malecón y también a la orilla del río Atrato, en la carrera 1ª, reforzaría la semiología de este conjunto de ambientes recuperados para algo más edificante que la venta de baratijas y chucherías, que para eso ya tienen todas las calles y el resto del centro de la ciudad.
La Agencia Cultural del Banco de la República en Quibdó sería un magnífico complemento en estas labores, por su experiencia de más de tres décadas promoviendo una oferta cultural a veces casi solitaria en la ciudad y por la calidad y mantenimiento de sus escenarios de reunión y exposiciones. Y, cómo no, los espacios y agendas culturales de la Biblioteca Pública Departamental Arnoldo de los Santos Palacios Mosquera, situada al frente del aeropuerto El Caraño, muy bien le vendrían a los propósitos indicados… Todo ello, lo dicho y lo implícito, es cuestión de coordinación de voluntades, esfuerzos, compromisos, recursos y agendas propias, bajo la batuta del MinCultura, la Alcaldía y la Gobernación, y con el apoyo de consejeros oficiales y no oficiales en las diversas áreas; para insuflarle nuevos alientos al movimiento cultural de la ciudad, a ver si así -desde el cultivo y solaz espiritual y la memoria histórica y cultural- se aporta a la paz total que se necesita, pero que va más allá de retomar el poder que en la ciudad hoy tiene la delincuencia.
Finalmente, y aunque la pregunta ha sido formulada insistentemente y de manera más documentada por la Mesa de Cultura del Comité Cívico por la Salvación y la Dignidad del Chocó al Ministerio de Cultura, es indispensable que esta entidad defina de una vez por todas, sin rodeos, cuáles son sus compromisos verdaderos respecto a la finalización de las obras de reconstrucción, dotación, apertura y puesta en funcionamiento del Teatro César Conto, de Quibdó, cuya finalización fue anunciada para finales del año 2019.[2]
No puede seguir siendo que todo lo de Quibdó y el Chocó, aún en casos como este, cuando contó con significativos apoyos privados, derive en el fracaso y que una obra de las dimensiones y significado del César Conto, con las inversiones que allí ya se hicieron, enmohezca a la vista de todos, con el resultado de que -ahora- finalizar su reconstrucción será -en muchos aspectos- como volver a empezarla.
Existen más, muchos más, aspectos y áreas, temáticas y sectores del mundo cultural sobre los cuales debería el MinCultura, llámese así o como sea, venir hasta Quibdó y contarle a la chocoanidad cuáles son sus planes, no solamente para la clásica socialización, sino, sobre todo, para el diálogo y la concertación. En música, hay algunos puntos claves, como el fortalecimiento de la capacidad institucional y la agenda de presentaciones de la Orquesta sinfónica libre de Quibdó y sus magníficos coros, y la revisión y fortalecimiento de espacios y estrategias de las escuelas de formación musical; al igual que un trabajo concienzudo para la recuperación de la chirimía chocoana, venida a menos y envuelta en un marasmo en el que los músicos nuevos a duras penas repiten lo existente, ya que en muchas ocasiones -apelando a fusiones y mezclas- optan por adaptar al formato de la chirimía ritmos en boga de escasa calidad musical, pero posicionados por el facilismo comercial; dejando estéril el campo de nuevas composiciones y notas de impronta vernácula que tan siquiera evoquen aquellas que hicieron inmortales a músicos como Antero Agualimpia, Oscar Salamandra, Neptolio Córdoba, Esnodio Figueroa, Mario Becerra, Augusto Lozano y Panadero.
El abandonado campo de la creación literaria, que promueva el talento narrativo local y potencie la tradición oral u oralitura; de la mano con el afianzamiento y la extensión de planes de promoción de la lectura ya existentes. La restauración de la danza folclórica tradicional y sus relatos históricos asociados en el vestuario, los decorados, movimientos y planos. Los estímulos a la creación y difusión de obras narrativas de carácter documental e histórico, incluyendo formatos tanto escritos (grandes reportajes, crónicas, relatos, artículos, entrevistas, textos testimoniales) como audiovisuales (cine, televisión, radio, podcasts). Y la estructuración cuidadosa de una colección o biblioteca de autores chocoanos, que rescate y difunda esta parte perdida e ignota de nuestro patrimonio… son otros elementos de suma importancia para estructurar una oferta cultural digna, decente, coherente y sistemática para Quibdó, que supere la dispersión y el simple activismo.
MinCultura o MiCASa, para el caso es lo de menos, el Ministerio de Cultura de Colombia le debe a Quibdó y al Chocó algo más que unas cuantas dádivas de apoyo a unas cuantas acciones desarticuladas y más cercanas a la promoción de las manifestaciones folclóricas como espectáculos de masas, que a la valoración y cultivo reales de las tradiciones, las artes, los saberes, los tiempos y los espacios que dan forma a la cultura en la ciudad y en la región. Ahora es la hora de comenzar a cubrir este rubro de la deuda histórica de Colombia con esta tierra, el cual tiene tanta importancia como el de la infraestructura y los servicios sociales, y todas las demás reivindicaciones del desarrollo material de la región que desde hace casi medio siglo se vienen arañando en cada paro cívico.
[1] Aunque, al parecer, aún no se ha oficializado el cambio de nombre del Ministerio, pues en su web y en su Twitter oficiales aún se llama Ministerio de Cultura (MinCultura), en los trinos de la cuenta oficial y en los de la ministra Ariza, en Twitter, es frecuente el uso corriente de MiCASa (escrito así, tal cual), refiriéndose a este ministerio.
[2] Acerca de la historia del Teatro César Conto, de su proceso de reconstrucción y de su inminente reapertura, publicamos en El Guarengue, el 4 de febrero de 2019, Matinal y Matiné, Vespertina y Noche, Doble y Cine Continuo…, que puede leerse en: https://miguarengue.blogspot.com/2019/02/matinal-y-matine-vespertinay-noche.html