
Por. Salomón García Córdoba
La semana pasada estuve en la ciudad de Montería, en una gira de salud donde un especialista, enviado por la Nueva EPS, sin entender la razón por la cual envían a los pacientes tan lejos y sobre todo por el costo que conlleva el desplazamiento.
Pero la razón de este escrito se debe a que tuve la oportunidad de visitar esta población después de cincuenta años desde cuando me gradué como Ingeniero Agrónomo en la Universidad de Córdoba. En ese entonces, Montería era un pueblo en donde las aguas servidas corrían por zanjas en las calles, cuando en lo que era el centro urbano habían casas de bahareque, el mercado quedaba a la orilla del río Sinú, en un mugrero parecido al de Quibdó de hoy.
Y qué sorpresa ver la ciudad que encontré en mi visita, con avenidas de calzadas dobles, edificios de muchos pisos que albergan hoteles cinco estrellas, con seis universidades, clínicas con categoría internacional como la IMAT (Instituto Medico de Alta Tecnología); con un malecón a orilla del Sinú que da gusto visitarlo, puesto que además de su hermosa vegetación presenta sitios en donde tomarse un refresco de mamey, de níspero u otras frutas de la región; hacia el norte termina el malecón con unas estatuas que simbolizan la interpretación del porro, música característica del departamento, y un restaurante que es la delicia del bocachico.
Resumo diciendo que Montería es toda una ciudad, que le cogió una gran delantera, si bien es cierto que en la época que llegué a estudiar, Quibdó era mejor.