La muerte del gallo
Por Javier Álvarez Viñuela
La muerte del gallo es un espectáculo que se realiza en el corregimiento de El Valle, desde hace más de cincuenta años, según la historia; su función empieza en las horas de la tarde cada 20 de Julio, fecha en la que se celebra el Día de la Independencia de Colombia. Después de concluirse el desfile conmemorativo de esa fiesta patriótica, los espectadores y la comunidad en general concurren al lugar donde morirá aquella ave menor. ¡Imagínense si fuera una gallina!
No hay datos claros que expliquen la muerte del gallo o que den razón de ella; pero se supo que el esposo de doña Eulogia Garcés, el educador Guillermo Ricard Mendoza, fue quien la instituyó un poco antes de la mitad del siglo pasado, cuando ejerció la docencia en la escuela del pueblo. También se conoció que el maestro Ricard Mendoza fue un personaje entusiasta que, además, instauró actividades recreativas como “la vara de premios” y la” carrera con costales”.
Habrá lectores que saben de la tradicional muerte del gallo y los actos previos a su sacrificio. Quienes la desconocen, ¡no se alarmen! No es una muerte brutal o sangrienta como las corridas de toro o las peleas de gallos, que impuso el colonialismo español en ciertas regiones de Colombia, cuyo festejo desenfrenado desbordó los límites de lo cultural y despertó el activismo moralizador de los animalistas o proteccionistas. Tampoco como las riñas caninas.
Las personas que osan arremeter contra el gallo no cometen actos de crueldad, porque simplemente no lo agreden. A la luz de las leyes colombianas, que castigan el maltrato o crueldad contra los animales, las mismas normas lo excepcionaría, porque no es una práctica cultural generalizada en el municipio, el Chocó o en Colombia entera, aunque se pueda degollar al gallo, situación que nunca se ha registrado.
La ritualidad del milenario juego infantil, “La gallina ciega”, de origen francés, es muy parecida a la que tiene la muerte del gallo, por lo menos, respecto de los participantes que deben acertar con los ojos vendados la ubicación en la que está el ave. Entre más desacertado es el participante por la desorientación que le causa el vendaje y los mareos que le provocan, mayor es el grado de gritería que al mismo tiempo estimula y recompensa a los espectadores.
El show es sencillo, pero divertido: colocar cautivo un gallo dentro de un hueco en la mitad de la calle y que sobresalga el pescuezo. Las reglas: el participante se ubica a 30 metros de distancia. Mientras está vendado, un árbitro la acompaña para que agarre la cabeza del gallo; vuelven al punto de partida; lo giran a la izquierda y luego a la derecha para quedar mareado; toma un machete y va en busca del gallo. La descalificación: no tocar el pescuezo del gallo antes de tres enviones sobre la superficie en que está el gallo, darlos anticipados o salirse de la demarcación del área. El acierto: lo contrario a la descalificación. Quien mata el gallo, se lo gana. Y lo repondrá para el año siguiente.
Así muere el gallo y termina el espectáculo. Ese espectáculo que no aparece en carteleras, si no que su anuncio lo hacen con tambora desde la época en que don Tulio Obregón y don Abelardo Pinilla siguieron con la tradición de la fiesta heredada. Las generaciones de hoy sabrán de la muerte del gallo, porque lo asemejan a un simple rito de aglomeración y festejo sin pensar que esa expresión cultural tiene contenidos, valores y dimensiones que edifican nuestras identidades y arraigos.