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Home Opinión Columnistas

In memoriam Jorge Iván Castaño Rubio: el Obispo que renovó la Iglesia de Quibdó

Chocó 7 días by Chocó 7 días
5 mayo, 2025
in Columnistas
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Chocó: Jorge Iván Castaño Rubio

FOTO: Misioneros Claretianos Colombia - Venezuela

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Julio César Uribe Hermocillo
Julio César Uribe Hermocillo

Por Julio César Uribe Hermocillo. Tomado de El Guarengue. https://miguarengue.blogspot.com/

“Con este querido pueblo negro y también indígena viví los mejores años de mi episcopado. […] Con el pueblo que Dios me dio aprendí a redescubrir el sentido de la vida y de la muerte. Y aunque algunas de sus tradiciones pueden y deben ser iluminadas por el Evangelio, debo reconocer que al haber convivido con su gente tantos años muchos esquemas de mi cabeza cambiaron o se enriquecieron con los valores de un pueblo noble y creyente. […] Cuando en el año 1983 fui nombrado obispo, puse en mi escudo episcopal el texto de Isaías, asumido por Jesús, según nos cuenta el evangelista Lucas: “Evangelizare pauperibus misit me”. El señor me envió a evangelizar los pobres. Hoy, tendría que escribir: “El Señor me envió a ser evangelizado por los pobres”. Jorge Iván Castaño Rubio, 2001.[1]

En la noche del jueves 1° de mayo de 2025, falleció en Medellín Monseñor Jorge Iván Castaño Rubio, quien fuera Obispo de Quibdó durante 18 años, primero como Vicario Apostólico entre el 6 de junio de 1983 y el 30 de abril de 1990, y después -a partir de esta última fecha, en la cual Juan Pablo II elevó el vicariato a la categoría de diócesis- como primer obispo diocesano, cargo que ejercería hasta el 16 de febrero de 2001, cuando fue nombrado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Medellín, en donde ejerció hasta su retiro forzoso por razones de edad, el 25 de noviembre de 2010, cuando su renuncia fue aceptada por el papa Benedicto XVI.

Renovación eclesial

Jorge Iván Castaño Rubio (Montebello-Antioquia, 25 de noviembre de 1935) ejerció las dos terceras partes de su episcopado en la jurisdicción eclesiástica de Quibdó, y trajo consigo -hasta estos lares del Atrato- las novedades del Concilio Vaticano II y de las conferencias episcopales latinoamericanas de Medellín (1968) y Puebla (1979). Antes de su llegada, el Vicariato Apostólico de Quibdó, marcado por el talante del obispo Pedro Grau Arola, prácticamente solo había acogido las novedades eclesiásticas formales, como la celebración de misa y sacramentos bajo los nuevos esquemas rituales, donde el celebrante ya no estaría de espaldas a la gente y todos los ritos se celebrarían en lengua vernácula (español, en nuestro caso) y no en latín. Mientras que documentos trascendentales emanados del Concilio, como la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes. Sobre la Iglesia en el mundo actual”, promulgada por Pablo VI al cierre del concilio, el 7 de diciembre de 1965; casi veinte años después, no pasaban de ser simples temas de conversación entre unos pocos sacerdotes locales, uno de los cuales, el padre Rodrigo Maya Yepes, que había sido ordenado por Pablo VI en 1968, sí adelantaba una gran labor de difusión de la nueva doctrina pastoral y social de la iglesia entre los estudiantes de la Normal Superior de Quibdó y entre los grupos apostólicos de su parroquia.

Sin embargo, y aún a riesgo de la profunda molestia del obispo Grau Arola; desde 1979, en Beté, zona del Medio Atrato, un misionero solitario, con su equipo de trabajo conformado por un grupo de mujeres, del movimiento de Seglares Claretianas, había empezado a llevar a la práctica las nuevas formas de ser iglesia promulgadas por el Vaticano II y los documentos de Medellín y Puebla, especialmente en cuanto a la opción preferencial por los pobres y la promoción de nuevas formas de participación intraeclesial. Se trataba del misionero claretiano chocoano Gonzalo de la Torre, quien había sido superior provincial de Jorge Iván Castaño, así como este había sido su superior provincial, en la congregación claretiana; de modo que su encuentro, ahora en la misma iglesia local, en el mismo territorio y con la misma gente, produciría no pocos y provechosos frutos para el futuro del Vicariato, de la Diócesis, de la Misión claretiana del Medio Atrato, y particularmente de la historia de las comunidades negras y los pueblos indígenas del Chocó.

Los obispos Grau Arola y Castaño Rubio acompañados de seminaristas mayores y sacerdotes del Vicariato de Quibdó. 1984. FOTO: Cortesía Padre Napo.

Una declaración histórica

En 1983, las empresas madereras que ya habían depredado los bosques de cativo del Bajo Atrato empezaron a hacer inventarios forestales en los bosques del Medio Atrato, como parte de su empeño por conseguir un permiso de explotación en esta nueva área del Chocó. Ese mismo año, como comienzo del trabajo pastoral del nuevo Obispo, Jorge Iván Castaño Rubio, el Vicariato Apostólico de Quibdó -uno de cuyos equipos misioneros trabajaba con comunidades que tenían por morada ancestral aquellos codiciados bosques- proclamó públicamente las bases de su Plan de Pastoral; las cuales se resumían en su opción fundamental por la vida, bien fundamental en cuya defensa -según la histórica declaración- la Iglesia asumía un decidido compromiso con los pobres y oprimidos, con una evangelización liberadora, con las comunidades eclesiales de base y las organizaciones comunitarias de base, con la defensa de los recursos naturales y con una iglesia inculturada. La coincidencia de estos dos disímiles hechos -el intento depredador de la industria maderera y la promulgación del Plan de Pastoral del Vicariato- condujo a las comunidades campesinas del Medio Atrato a movilizarse intensamente en pro de generar su propio proceso organizativo, que desembocaría en la creación -en 1987- de la Asociación Campesina Integral del Atrato, ACIA, que junto a sus pares: ACABA (Asociación Campesina del Baudó) y ACADESAN (Asociación Campesina del San Juan), trabajarían conjuntamente para lograr la inclusión del Artículo Transitorio 55 en la Constitución Política de 1991 y la expedición de la Ley 70 de 1993, piezas jurídicas pioneras en cuanto al reconocimiento de las comunidades negras como sujetos históricos de derecho en el ordenamiento legal de Colombia.

500 años después

Así, entre 1987 y 1993, con la aprobación y puesta en marcha del Plan de Pastoral del Vicariato Apostólico de Quibdó y sus opciones pastorales, no hubo templo ni casa cural, salón de reuniones ni escuela a cargo de la iglesia que no fuera puesto al servicio de la causa de reivindicación del pueblo afrochocoano; mientras se mantenía el apoyo decidido a la creación, ampliación y saneamiento de resguardos indígenas, el fortalecimiento de la que entonces era su única organización regional, la OREWA, y la reconversión de los internados indígenas en centros de educación bilingüe y posteriormente de etnoeducación o educación propia… Los pueblos étnicos del Chocó habían encontrado en la iglesia, quinientos años después, una aliada inmejorable.

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En curso de dichas luchas, y como muestra del talante del Obispo Jorge Iván, se produjo un hecho insólito, que quizás sea inédito en la historia de la iglesia universal. A solicitud de los líderes de las nacientes organizaciones étnicas afrochocoanas, el obispo les dio permiso a las comunidades para que se tomaran la Catedral San Francisco de Asís, de Quibdó, durante los días que fueran necesarios, como parte de una protesta destinada a presionar a los constituyentes de 1991 para que incluyeran en el nuevo texto constitucional de Colombia el reconocimiento de los derechos étnicos y territoriales de las comunidades negras del país, que incluía también la toma de la Alcaldía de Quibdó y de las oficinas del Incora. Su única condición fue el respeto irrestricto de los ocupantes hacia los símbolos sagrados y el orden y aseo necesarios para el propio bien de la gente y del templo. 

Los enemigos del movimiento étnico, especialmente aquellos grupos anclados en la iglesia preconciliar, los mismos que habían llegado al extremo de quejarse ante la Nunciatura Apostólica porque el obispo Jorge Iván había traído a Quibdó al pintor sacro vivo de mayor reconocimiento universal, Maximino Cerezo Barredo, para que en un tríptico mural en el ábside de dicha catedral plasmara la historia de la evangelización en América Latina; elevaron sus voces en contra no solamente de las reivindicaciones étnicas y territoriales de la Asociación Campesina Integral del Atrato, ACIA, sino también en contra del apoyo que la nueva estructura pastoral del vicariato le daba a esta organización y a todo el movimiento. 

El poeta de la chocoanidad, Miguel A. Caicedo, terciaría en tan ominosa disputa con un par de poemas históricos sobre la dignidad y la conciencia negra: Llorá, negrito, llorá, y Epístola de San Antonio… Sin embargo, aún en la actualidad, curas y feligreses de la catedral, juntas franciscanas y otros grupos más, se esmeran por mantener ocultos con trapos y telones de burda utilería los tres murales de Cerezo Barredo, como si taparlos borrara la historia que en ellos está plasmada, y sin siquiera fijarse en los daños que año tras año han ocasionado a una obra de arte que en otros contextos es admirada y elogiada como una de las más grandes de la contemporaneidad del arte sacro. Del mismo modo que a la imagen de madera de San Francisco de Asís, que data del siglo XVIII y tiene carácter patrimonial por su categoría de Bien de interés cultural del ámbito nacional, le han adosado un adefesio enmarcado que parece sacado de un devocionario de baratija de ventorrillo callejero o de una página fantasma de Facebook; terminando así de afear y deslucir la escena del altar, el ábside y el presbiterio del templo.

Periódico CITARÁ N° 1.
Marzo de 1992.

El 5° EPA: etnoeducación y educación popular

Otro acontecimiento histórico del episcopado de Jorge Iván Castaño Rubio fue la realización en Quibdó (23-28 de junio de 1991) del 5° Encuentro de Pastoral Afroamericana, que tuvo como tema Hacia un proyecto afroamericano de educación liberadora, en torno al cual se reunieron 220 participantes de iglesias locales de Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá y Venezuela, quienes -a tono con la campaña del Telegrama Negro, que exigía a la Constituyente el reconocimiento étnico de las comunidades negras de Colombia- publicaron y enviaron a las autoridades nacionales el siguiente mensaje:

Al Señor presidente de la República de Colombia, a los Señores presidentes y miembros de la Asamblea Nacional Constituyente de Colombia, a los medios de comunicación y a la opinión pública.

Los 220 participantes en el 5° Encuentro de Pastoral Afroamericana (5°EPA), reunidos en Quibdó-Chocó del 23 al 28 de junio del año en curso, provenientes de las diferentes regiones afroamericanas de Colombia: Nariño, Cauca, Valle, Chocó, Costa Atlántica y del Caribe, respaldados por los hermanos afroamericanos de Costa Rica, Panamá, Brasil, Ecuador y Venezuela, declaramos que: 1. Los afroamericanos nos reconocemos como grupo étnico. 2. Pedimos a la Asamblea Nacional Constituyente que el articulado definitivo sobre territorios étnicos se defina como «TERRITORIOS INDÍGENAS Y AFROAMERICANOS». 3. Lo que solicitamos no es un favor, ni una limosna, sino un acto de justicia histórica en beneficio de los 3.5 millones de afroamericanos desconocidos legalmente y marginados durante 470 años.[2]

“Nuestro interés por todo lo que fue, es y será el pueblo negro en América Latina es vital, no superficial o simplemente folclórico”, proclamó el obispo Jorge Iván en su discurso de inauguración y bienvenida del 5° EPA; un evento cuya reflexión sistemática abría un nuevo camino en el Chocó y Colombia, el de la educación propia, la etnoeducación y la educación popular, como herramientas y procesos de cambio para la construcción de condiciones dignas de vida para las comunidades.

De puertas y ventanas abiertas

Vida, cultura, territorio, organización, el pueblo como sujeto histórico…una nueva perspectiva y una nueva forma de ser iglesia, impensable antes de aquel plan de pastoral promovido por Jorge Iván Castaño Rubio para el Vicariato y la Diócesis de Quibdó. En ese sentido, un mensaje de los integrantes de los equipos evangelizadores del Vicariato, con motivo de los cinco años de episcopado de Jorge Iván, con fecha 21 de agosto de 1988, anotaba: “Al llegar usted como Obispo, encontró una Iglesia donde cada agente de pastoral y cada grupo trabajaban a golpes de intuición, siguiendo los dictados de su conciencia y haciendo lo que cada uno creía que debía hacer para contribuir al bienestar del pueblo chocoano y a su evangelización. Unos acertaban, otros no. Algunos lograban cambios significativos, otros pasaban desapercibidos por falta de claridad y concreción en sus objetivos y en sus acciones”[3].

Escudo episcopal de Jorge Iván Castaño Rubio,
diseñado por Maximino Cerezo Barredo.
Archivo El Guarengue.

Las opciones pastorales y el plan de trabajo promovidos por Jorge Iván como obispo no solamente fueron una ventana abierta, a la manera de lo expresado por el papa Juan XXIII en sus anuncios preliminares acerca de la realización del Concilio Vaticano II, que revolucionaría la iglesia universal: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior»; sino que fueron también una apertura paulatina hacia adentro y hacia afuera de las puertas de una iglesia que, si bien había hecho aportes significativos en diversos campos de la vida chocoana, como la educación primaria y secundaria, vivía la mayor parte del tiempo entre las cuatro paredes de sus casas curales, sus oficinas y su “convento”, como se denominó desde siempre a la hasta ese momento inaccesible sede del Vicariato y de la Diócesis. Tal apertura también fue reconocida por los evangelizadores de Quibdó en la comunicación al Obispo Jorge Iván con motivo de los cinco años de su presencia y su trabajo en la región: “La Pastoral integral que usted ha impulsado y apoyado responde cada vez con mayor eficacia a la problemática situación del Chocó, en virtud de la ejecución del Plan de Pastoral y la asunción de la Opción fundamental por la vida, que es el eje del mismo y que se expresa y explicita en las seis opciones: por los pobres y oprimidos, por una evangelización liberadora, por las comunidades eclesiales de base, por las organizaciones populares, por la defensa de los recursos naturales y por una iglesia inculturada. Este conjunto de planteamientos, programas y acciones, que se ha ido consolidando durante los cinco años de su servicio pastoral en el Vicariato de Quibdó, es una muestra de Iglesia viva y actuante, presente y constante, al lado del pueblo aquí y ahora, sin retrocesos ni temores”.[4]

El Obispo Jorge Iván abrió las puertas del “convento” de la Carrera Primera de Quibdó, engalanó los claustros del primer piso del edificio con una colección de obras originales del original pintor Fredy Sánchez Caballero (Rostros de América Latina); acondicionó sus instalaciones y amplios salones para que fueran útiles como oficinas y lugares de reunión y de trabajo para el desarrollo del Plan de pastoral, cuya coordinación y seguimiento hacía personalmente, con el concurso de un Consejo de Pastoral ampliamente representativo de los equipos evangelizadores y de sectores externos a la iglesia, como el sector académico.

Una mirada regional

Con ese horizonte de trabajo, el Obispo Jorge Iván apoyó y promovió durante su primera década de episcopado los procesos que conducirían al reconocimiento constitucional y legal de la etnicidad de las comunidades negras, su cultura ancestral y la propiedad colectiva de sus territorios, así como los demás derechos reconocidos y consagrados en la Ley 70 de 1993. E influyó en sus colegas de episcopado de los entonces vicariatos de Buenaventura y Tumaco y la entonces prefectura apostólica de Guapi, para que asumieran también la causa de los derechos étnicos y territoriales de las comunidades negras; e incluso consiguió recursos para poner en marcha un programa de coordinación de acciones pastorales entre estas jurisdicciones eclesiásticas, con el propósito de ampliar las perspectivas y obtener una mirada regional del Pacífico étnico de Colombia, sin que se perdiera la especificidad e identidad de cada una de las subregiones.

Pastoral social para el desarrollo local

Todo aquello fue posible con recursos que el Obispo Jorge Iván obtuvo de Misereor, una obra episcopal de la Iglesia católica alemana para la cooperación al desarrollo; que financió durante más de una década un ambicioso y completo programa de pastoral social y desarrollo campesino, que no solamente facilitó la logística y conformación de equipos evangelizadores más integrales y competentes, sino que hizo posible el desarrollo de acciones en áreas de trabajo como alfabetización, educación popular y etnoeducación; salud comunitaria y popular; proyectos económicos comunitarios; comunicación social; y formación permanente de los evangelizadores y líderes comunitarios sin distingos de rango o investidura dentro de la estructura eclesiástica.

Clero afrochocoano

Esta perspectiva de trabajo en torno a la identidad étnica y cultural de las comunidades influyó en el crecimiento de las llamadas vocaciones nativas, es decir, en la presencia de un número cada vez mayor de jóvenes afrochocoanos interesados en ser sacerdotes para unirse a esta causa eclesial tan cercana al pueblo. De modo que cada vez fue menos extraordinario y más común ver la iglesia local del Vicariato y la Diócesis de Quibdó en manos de sacerdotes afrochocoanos oriundos de distintos puntos de la geografía regional.

Derechos humanos

El posicionamiento del Vicariato y, posteriormente, de la Diócesis de Quibdó como una institución al servicio del pueblo chocoano y de la defensa de los derechos humanos es también parte del legado de Monseñor Jorge Iván Castaño Rubio durante sus 18 años de episcopado en el Chocó. Gracias al respeto y el reconocimiento que en ese campo se ganó la iglesia diocesana, fue posible prevenir o evitar -y eso ya es mucho decir- mayores y más horrendas tragedias y crímenes de lesa humanidad en contra de las comunidades, así como atender debidamente las crisis humanitarias que el conflicto armado fue trayendo a la región; mientras simultáneamente se daba continuidad al trabajo de empoderamiento de las organizaciones étnicas como sujetos autónomos de su propia defensa humanitaria y territorial.

Crucifixión. Pintura de Jorge Iván Castaño Rubio.

Poeta y pintor

Doctor en Teología, entre otros títulos académicos, el Obispo Jorge Iván era un humanista integral, que del mismo modo que dominaba las ciencias propias de su condición religiosa, sacerdotal y episcopal, se movía con bastante soltura en campos como la literatura nacional, latinoamericana y universal, de la cual era buen lector e incluso crítico; la música clásica y popular; y la pintura sagrada y no sagrada. Además, escribía poesía y pintaba con habilidad y talento, dos dones casi secretos que solamente en ocasiones y a personas especiales revelaba.

Un obispo del pueblo

Aunque su refinamiento y finura en cuanto a modales, expresiones y formas protocolarias, y la pulcritud de su sencillo vestuario, producto de su educación familiar y de su trayectoria por centros educativos y escenarios eclesiales de Europa y América, indicaran lo contrario; el Obispo Jorge Iván tuvo siempre suficiente sensibilidad y empatía con la gente, con las comunidades, con los líderes, hombres, mujeres, con cuyas preocupaciones cotidianas se solidarizaba naturalmente. Fruto de su firme creencia en las verdades del magisterio y la doctrina de la iglesia, en las cuales era todo un experto, y en los imperativos bíblicos, como las bienaventuranzas, el Obispo Jorge Iván se tomaba en serio las consecuencias prácticas de dichas fuentes de su fe y de su ejercicio pastoral; y de allí provenía su enorme capacidad de identificarse con las realidades de los pueblos y comunidades del Chocó, en donde trabajo 18 de sus 27 años de episcopado. Era, pues, de verdad y aunque no lo pareciera, un obispo del pueblo, convencido de que la defensa de la vida y las opciones pastorales que se desprendían de dicho compromiso, y el trabajo pastoral planificado y riguroso, eran el camino correcto para construir el reino de Jesús, la nueva sociedad. De ahí el carácter de compromiso casi sagrado que le dio Jorge Iván a la realización anual de la Asamblea de Pastoral, con participación multitudinaria de todos los equipos de trabajo, y a la reunión mensual del Consejo de Pastoral como organismo de apoyo a su ejercicio episcopal; dos escenarios de profunda alegría y de valiosa diversidad.

Gratitud

Tenían razón sus estudiantes del ITEPAL, Instituto Teológico-Pastoral para América Latina, del CELAM, donde el obispo Castaño Rubio era profesor cuando el papa Juan Pablo II lo nombró Vicario Apostólico de Quibdó. En un mensaje de saludo, con motivo de su nombramiento, le manifestaron: “El espíritu Santo, que a veces se equivoca en estos menesteres de mitras, parece que en tu caso no se equivocó… Tus amigos no estamos tristes porque te vas, ya que al fin y al cabo todos tendremos que levantar la tienda como el beduino. Más bien nos sentimos contentos porque sabemos que una porción de la Iglesia va a estar en buenas manos”.[5]

“…Que sepan los chocoanos que los quiero con toda el alma y que estoy dispuesto a gastar mi vida por hacerles el bien y acercarlos más a Dios. Esa es la misión que me ha dado Jesús; esa es desde hoy mi más grata obligación y tarea”, expresó Jorge Iván Castaño Rubio, en su ceremonia de consagración episcopal, el 6 de agosto de 1983, en la Catedral de Medellín. Es evidente que cumplió con creces su palabra.


[1] Jorge Iván Castaño Rubio: Un pequeño testimonio personal; en su artículo TEOLOGÍA Y VIDA DE LA IGLESIA EN ALGUNOS MOMENTOS SIGNIFICANTES DEL CONTINENTE LATINOAMERICANO, 2001. En: Un Obispo en una época de cambios. La Iglesia del Vaticano II en Quibdó. Jorge Iván Castaño Rubio, cmf. Pensamiento y Obra. Jesús Alfonso Flórez López (editor). Primera edición, 2012. 656 pp. Pág. 427-443.

https://librosypublicaciones.uniclaretiana.edu.co/index.php/Librosypublicaciones/catalog/book/13

[2] Ver en El Guarengue: Recordando el 5° EPA.

https://miguarengue.blogspot.com/2023/05/recordando-el-5-epa-el-precioso-afiche.html

[3] En: Un Obispo en una época de cambios. La Iglesia del Vaticano II en Quibdó. Jorge Iván Castaño Rubio, cmf. Pensamiento y Obra. Jesús Alfonso Flórez López (editor). Primera edición, 2012. 656 pp. Pág. 387.

https://librosypublicaciones.uniclaretiana.edu.co/index.php/Librosypublicaciones/catalog/book/13

[4] Ibidem, pág. 390.

[5] Ibidem, pág. 25.

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