Por Jhorge Moreno Agualimpia
A finales del año 2019, los medios de comunicación reportaban la noticia que una epidemia crecía de manera vertiginosa en la provincia de Wuhan (China); haciendo señalamientos que esto, era a consecuencia del “consumo” de animales silvestres (murciélagos) que por décadas en algunos países asiáticos es casi que cultural esta práctica y que probablemente por dichas costumbres seria una enfermedad que solo afectaría esta parte del hemisferio.
Luego de casi un mes de estudios científicos, después del primer caso del COVID, la OMS advierte que el nuevo virus podría llegar a ser una pandemia y al mismo tiempo entrega unos protocolos para enfrentar la misma, protocolos que han sido cuestionados por diversos sectores incluidos profesionales de la salud y de la hegemonía política y económica mundial.
Pasaron cerca de dos meses para que la advertencia de la OMS fuera una realidad, dicha realidad es la pandemia del COVID 19. En Colombia, a mediados de marzo aparecen los primeros reportes positivos y se empezaron a tomar medidas, oportunas o no; pero ya estábamos con la realidad acuesta.
Siguiendo los protocolos emanados por el organismo rector en materia de salud a nivel mundial; el presidente, los gobernadores y los alcaldes emiten decretos de aislamiento preventivo obligatorio como primera medida preventiva de contagio de COVID, y las medidas de bioseguridad que ya todos conocemos y “practicamos”. Cuando empieza la curva de crecimiento en Colombia, en nuestro amado Chocó, había una relativa calma porque como cosa rara no aparecíamos en los listados deshonrosos de reportes negativos a nivel nacional; hay que ser conscientes que fueron muchos los mensajes y los esfuerzos que se hicieron para que se cumplieran con las medidas preventivas; pero, nuestro espíritu chabacán se encomendó a San Pacho, la Virgen del Carmen, El Divino ECCEHOMO, la Virgen de Las Mercedes, la del Rosario, para que nos protegieran de la pandemia, tanto que consideramos virtualizar nuestro patrimonio cultural e inmaterial de la nación, San Pacho bendito!.
El ya controvertido aislamiento preventivo obligatorio direccionado por el gobierno nacional, ha llevado a medidas extremas, lo cual ha puesto en evidencia la crisis del sector salud, educativo, productivo, se ha revelado que la informalidad laboral ocupa un alto porcentaje en el país, y debido a esa informalidad e inconformidad con las medidas estatales la gente salió al rebusque con la consigna de que “si no nos mata el Covid, nos mata el hambre”.
Hoy cuando el Chocó se acerca a los mil contagios y pasa la lamentable cifra de 20 muertos a causa del Covid, parece que nuestra población especialmente los residentes en la capital chocoana perdió el miedo a la enfermedad o simplemente entramos en una burbuja de confort esperanzados que las camas UCI dotadas con ventiladores sean la salvación a la hecatombe que se avecina por el no cumplimiento de las medidas recomendadas por las autoridades de salud y los entes territoriales-
No pretendamos luego de nuestra irresponsabilidad al no practicar el autocuidado y el cumplimiento de las normas, utilizar nuestro dedo índice como es habitual para inculpar a los profesionales de la salud como si ellos fueran los responsables del contagio y en el peor de los casos, los decesos.
No es un secreto que el sistema de salud publica en Colombia es inferior a los retos en materia de atención y prevención, que los esfuerzos que se han hecho desde el gobierno central, departamental y municipal son insuficientes para afrontar esta crisis global; conscientes de nuestras realidades en materia económica, social y de salud, deberíamos como sociedad ser los primeros en promover la autoprotección frente a una realidad que no distingue género, edad, clase políticas, condición social, ni religiosidad.
Tristemente queda por decir que la escuálida infraestructura hospitalaria con la que cuenta el departamento del Chocó, está pasando por un profundo coma por acción u omisión, queda una vez más al descubierto una realidad que solo se ha convertido en tema para leguleyos en los tertuliaderos, sin que de alguno de ellos surja una postura valiente que evoque esa casta de negro guerrero que motive a exigir el restablecimiento y cumplimiento del artículo 49 de nuestra Constitución Política.
Artículo 49. “La atención de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud. Corresponde al Estado organizar, dirigir y reglamentar la prestación de servicios de salud a los habitantes y de saneamiento ambiental conforme a los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad”