
Por Francisco Moreno Mosquera. Curiosidades del Chocó
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En septiembre de 1939 llegó a Quibdó en el vapor Atrato un individuo desconocido, que llamaba la atención por su indumentaria vieja y raída. Al día siguiente, el sujeto adquirió en el comercio una maleta finísima y recorrió almacenes haciendo compras que pagaba en dólares. Ordenó en una sastrería se le elaborara un traje elegante, pidiendo que se lo tuvieran listo en dos horas. Pagó por adelantado el doble de lo que cobraba el sastre, encimándole una propina en oro puro.
La gente quedó asombrada por la enorme cantidad de billetes y metal que el hombre portaba. Las autoridades lo detuvieron, exigiéndole una explicación sobre el origen de esa fortuna. Visiblemente nervioso, el desconocido dio respuestas evasivas, sin aportar nada concreto, motivo suficiente para ser encarcelado.
Se desconoce cómo se las arregló el sujeto para que, dos días después de su arresto, hubiera tomado tranquilamente el hidroavión que salió de Quibdó para Buenaventura.
Simultáneamente se supo la noticia de que una compañía americana que explotaba yacimientos de oro en el Darién panameño había sido asaltada por dos hombres, quienes asesinaron a un trabajador de la empresa. Se robaron nueve mil dólares y varias libras de oro. Los testigos lograron identificar a uno de los asaltantes, de nacionalidad española. En su huida llegaron a Juradó, pero en la soledad de la selva el desconocido mató a su compañero español para quedarse con todo el botín. Pagando guías indígenas, trasegó hasta el río Salaquí, luego a Sautatá, Riosucio y finalmente a Quibdó.
El peligroso criminal hablaba perfectamente el inglés; en Quibdó dijo llamarse José González, en Juradó se identificó como José Gutiérrez; y en Panamá, donde estuvo preso por varios delitos, se hacía llamar José Andrade.
Se cree que el asaltante finalmente huyó hasta el Ecuador y de allí a los Estados Unidos; luego tomó un barco rumbo a Japón, donde podría camuflarse, dadas las facciones orientales de su rostro.