Por Dudley Duque
El resultado publicado de las pruebas Saber Pro vigencia 2019 nos señala el lugar que ocupó cada IES después del examen hecho a cada estudiante registrado para la prueba “Saber Pro” como se les denomina por el MEN. Los primeros lugares fueron ocupados por las Universidades acreditadas institucionalmente y en calidad, según los puntos obtenidos (puntaje mínimo 121.1- puntaje máximo 190.2).
La Universidad Tecnológica del Chocó sigue ocupando el último lugar de las IES evaluadas, puesto 249 de las 249 evaluadas con 121.1 puntos (1.9 puntos por debajo del obtenido en año 2018), en lugar de avanzar, rebajamos puntos.
En el año 2018 ocupó el puesto 250 de las 250 evaluadas, con 123 puntos. Para ese mismo año, la Universidad del Pacífico estaba a tres lugares de la UTCH (puesto 247) con 129,33 puntos; para el año 2019 pasó al puesto 239, diez puestos por encima de la UTCHt con 131.4 puntos (mejoró sustancialmente).
Cabe preguntarnos entonces, ¿cuáles son las causas para que la Universidad no pueda superar sus propios indicadores y mejorar, o por lo menos sostener esta medida por la cual nos evalúan?
Situaciones de orden académico (vinculación, estabilidad, formación, investigación, actualización, bienestar, intercambio, clínica académica, estímulos), económico (presupuesto, ingresos, rentas, gastos, inversión, financiación, cofinanciación, contabilidad, cooperación internacional, proyectos, servicios), y administrativo, sin lugar a dudas, son los precursores de esta inestabilidad académica que en mucho o en nada lleva la institucionalidad universitaria al cuestionamiento de la población, gubernamental y no gubernamental, no solamente chocoana, sino al interior del país y medios internacionales.
Una Universidad que presenta los más bajos indicadores en lectura crítica, razonamiento cuantitativo, inglés, escritura y competencia ciudadana, manteniendo una misma tendencia desde el año 2017, sin presentar mejoras en su resultado; paradójicamente el año 2016 obtuvo mejores resultados, 125.5 puntos.
Me parece que no es como se quiere interpretar para aminorar el impacto del resultado, diciendo que «es una simple fotografía del desempeño promedio de los estudiantes de cada una de estas IES que presentaron las pruebas».
Es claro que el resultado arrojado fue producto de un examen hecho a los estudiantes. Y ¿quiénes son los estudiantes? Son el producto que la Universidad ha formado como profesionales competentes para el mercado laboral, científico, académico, social, político, cultural, etc. y quién más que él para ser un indicador ante el mercado de la clase de profesionales que está formando una Institución Universitaria.
No podemos tapar el sol con las manos, ¿hasta qué grado soy, somos responsables de tan gran debacle? Como profesor, ¿qué estoy haciendo como formador de futuros profesionales?, ¿Preparo las clases? ¿Cumplo con la guía programática? ¿Cumplo con el horario de clases? ¿Participo de las actividades académicas? ¿Me intereso por darle valor agregado al programa? ¿Cómo son las evaluaciones, las prácticas universitarias, la asistencia social en extensión? ¿Realizó y estimulo la investigación? ¿Socializo y formalizo con los demás colegas del programa? Y muchas más situaciones de las que son conocedores.
Está demostrado que toda actividad que se pretenda desarrollar con dependencia, influye la motivación al trabajo que se convierte en sentido de pertenencia por el mismo.
¿Será que el ambiente laboral universitario ha sido el mejor? El ambiente laboral se construye a partir de la confianza generada entre el ordenador del gasto o representante legal, quién es quien toma las decisiones, el equipo colaborador inmediato y los funcionarios y empleados al servicio de la institución.
Las decisiones coherentes, producto de la concertación y sociabilización, no imposiciones, garantiza la buena marcha de una administración: la planeación, la dirección, la evaluación, el control y la retro alimentación, armonizan la administración e impide salidas en falso, descoordinación, desimagen, improductivad, incumplimiento de metas e indicadores, atraso, que en todo o en nada permiten obtener buenos indicadores o de gestión a la institución; no olvidemos que la institucionalidad de cualquier organización se construye por todos, en nuestro caso, las directivas, los docentes, los empleados administrativos y trabajadores oficiales, los estudiantes, los egresados, y padres de familia, estos últimos que con autoridad expresan la satisfacción o no por el servicio público dado.
Venimos repitiéndolo desde hace rato. Esta es una línea gruesa que debemos afrontar la comunidad universitaria; pleno siglo XXI en la que se impone una educación de calidad, en la que se debe decidir si “cobertura” o “calidad”, ante tal situación de complicación social, y más en nuestro medio, debería de tratarse de “educación de calidad con cobertura”, sin dejar de considerar, la preferencia de calidad.
Debemos exigir a la administración, de manera inmediata, que regularice la situación administrativa y laboral de la Universidad, componga el ambiente laboral, concerte las políticas para foros, paneles, mesas redondas, centros de disertación, compostura y acuerdos para repensar el quehacer y direccionamiento de la Universidad.
Es urgente que, desde el Consejo Superior, se adopten medidas de choque para afrontar la crisis académica, administrativa y situacional del claustro universitario, antes que se profundice más el problema o su situación actual se convierta en insalvable con la consecuente y nefasta figura administrativa de intervención institucional.