En el Chocó, la minería ha influenciado la vida de los habitantes y su bienestar. El diálogo entre comunidad y academia brindaría una alternativa para el desarrollo socioeconómico digno a través del turismo científico y de naturaleza.
Por Mariana Sofía Díaz Sanjuan, Pesquisa Javeriana. Tomado de https://www.javeriana.edu.co/pesquisa/redes-sociales-sentimientos-maquina/
A unos cuarenta y cinco minutos en carro de Quibdó, capital del departamento del Chocó, entre un conjunto de casas de madera y concreto, se asoma una pequeña cancha de fútbol al pie de la escuela. Dos piedras que funcionan como arco hacen las veces de porterías a las que niños y niñas descalzos apuntan con balones viejos. La alegría del momento parece ignorar la pesada lluvia que se derrama sobre ellos. Cuando el cielo se aclara, lo visten tucanes, loros y oropéndolas, cuyos cantos se juntan con los de ranas venenosas e insectos en un clímax sinfónico que lo inunda todo.
Así es Salero, una vereda de poco más de quinientos habitantes, un paraíso de biodiversidad que atrae a investigadores de todo el país. Sus peculiaridades ecológicas lo hacen un destino perfecto para el turismo científico. Pero no todo es selva y alegría, pues las actividades mineras pueden golpear el ecosistema y la calidad de vida de los pobladores.

De las bateas a los socavones en la selva
Salero se ha forjado una fuerte reputación dentro de la minería de oro, que paradójicamente brinda sustento a cerca del 80 % de su población. Históricamente, la extracción ha sido artesanal, legal y protegida por su carácter ancestral, sin embargo, hace unos veinte años llegó la minería a gran escala, que hizo uso de maquinaria pesada y de grandes cantidades de químicos tóxicos para la extracción de oro.
Con la llegada de las retroexcavadoras aparecieron extensos socavones de arcilla resbalosa y gris dentro de la selva. Gran parte de la tierra y las quebradas se contaminaron con mercurio y afectaron el ecosistema. La minería a gran escala “trajo problemas. Teníamos un río donde bañarnos y fue contaminado totalmente”, denuncia Alexis, un habitante de Salero que trabaja como minero artesanal.
“En el río había un palo que por Antioquia lo llaman olleto, por aquí lo llamamos salero, él echa un fruto grande, el cual utilizamos para guardar nuestra sal…por eso el nombre de Salero”, Manuel Ramón, habitante de Salero.
La generación de empleo fuera de la minería es deficiente, “mientras no sea la mina, no paga nada. El empleo es muy malo, y donde lo dan, quieren pagar 30 o 20 mil pesos (diarios), ¿me entiende? Eso es explotación, ya no estamos para esa vaina”, declara Alexis. La ganancia por la minería artesanal depende de qué tanto oro se extrae en un día y del precio al que lo compren los comerciantes, en cambio, en los grandes socavones se les pagaba a los trabajadores un porcentaje equitativo a las ganancias diarias.

de acción académica. Foto: Nicolás Yate.
Universidades en la selva
Manuel Ramón, o Salomón, como lo llaman sus conocidos, es minero artesanal en Salero, y aunque no nació en el territorio, lo conoce como la palma de su mano, tanto que lo recorre de arriba a abajo en chanclas o a pie descalzo. De vez en cuando brinda recorridos guiados por la selva. Él sabe dónde se encuentra cada animal, así como el uso de cada planta encontrada por el camino. Un conocimiento invaluable adquirido por la tradición oral.
Esta es la situación para varios hombres y mujeres de la comunidad, quienes ponen sus amplios conocimientos al servicio de grupos de estudiantes e investigadores que desean comprender los fenómenos biológicos y ecológicos de la zona. A Salero ya han ido diversos grupos de universidades locales, nacionales e internacionales, tales como la Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali, la Icesi, Los Andes y la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH), que tiene una parcela de investigación en el bosque primario de Salero —que no ha sido impactado por el ser humano—. Actividades como estas se enmarcan en el turismo científico.
La Red Internacional de Turismo Científico lo define como “una actividad donde los visitantes participan de la generación y difusión de conocimientos científicos llevados por centros de investigación y desarrollo”. Alrededor de este tipo de turismo también ocurre el ecológico y cultural.
Quien suele recibir a los estudiantes en Salero es Jhon Tailor Rengifo, nativo de este pueblo y profesor de la UTCH. Él ofrece su finca y extensión de bosque heredada por sus ancestros en un entorno seguro para que estudiantes, ecoturistas y pasantes puedan desarrollar actividades en torno a la naturaleza en el territorio.
La investigación científica en Salero tiene una tradición de más de 30 años y ha sido fuente para publicaciones académicas, dentro de las cuales hay etnobotánica, estudios de suelo y de fauna, entre muchos otros. La investigación es tan prolífica, que esta vereda tiene su propio libro Salero: Diversidad Biológica de un Bosque Pluvial Tropical, publicado por la UTCH.
Las visitas académicas también dan trabajo a mujeres que alimentan a los estudiantes con comida hecha en leña y en la que predominan el arroz, el queso y el pescado.
Para Pablo, quien lucha junto a otros investigadores de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales por mejorar las prácticas investigativas y retribuir a las comunidades el conocimiento que ellas ayudan a forjar, el turismo científico constituye una de las “principales alternativas socioeconómicas que se pueden tener en los territorios, pero debe ser bien estructurado, de calidad, de condiciones, de conocimiento, de interacción”, precisa.
La implicación comunitaria en estas prácticas es fundamental para la organización social alrededor de la naturaleza, es decir, para que el valor de la zona no dependa de lo que se extrae de ella, sino en sus atractivos naturales, académicos y recreacionales. Este tipo de actividades turísticas no solo son grandes aliados para la conservación de la naturaleza, sino para el desarrollo socioeconómico de las comunidades y el suplemento de sus necesidades.
Todavía no hay una forma organizada de hacer turismo en Salero. Lo más parecido es la finca y extensión de tierra de Jhon Tailor Rengifo, a quien se debe contactar si se quieren hacer actividades como esta en la vereda, en la que también participa el consejo comunitario. “Este quizás es el mejor momento para establecer un plan de turismo porque la comunidad no lo tiene en el consejo comunitario tampoco. Esta propuesta puede ser novedosa e innovadora para que la comunidad se pueda apersonar del turismo científico y de naturaleza en la zona”, opina el profesor Palacios.

El presente y el futuro del turismo científico en Salero
Si bien el turismo científico constituye una mínima parte del ingreso económico de Salero y la comunidad se aferra a la minería artesanal como fuente primaria de sustento, la academia puede brindar visibilidad y apoyo para que Salero explote aún más su potencial como destino de turismo científico.
“Aún estamos muy lejos de que haya una retroalimentación positiva —entre academia y territorio— y de que la ciencia que hacemos sirva a las comunidades. Estamos lejos de tener claridad de cómo involucrar a las comunidades”, reflexiona el profesor Palacios,
“A Salero le hace falta apoyo, más academia y más interacción de la gente del interior con el territorio” Pablo Palacios.
Incluir a territorios como Salero en el diálogo académico del interior del país es fundamental para que aumente el flujo de personas que los visitan y se creen nuevas oportunidades para que la comunidad salga adelante alejada de actividades que a futuro puedan traer precariedad y violencia, como la minería a gran escala. “La apropiación social del conocimiento y este tipo de ciencia colaborativa permitiría generar más oportunidades de crecimiento económico y de ocupación a las personas de la comunidad” comenta el docente javeriano.
Por ahora, Salero aguarda con las puertas abiertas para que se puedan investigar sus maravillas biológicas, ecológicas y culturales. En los territorios seguirán personas como Jhon Tailor y el profesor Palacios, que día a día construyen el puente entre la academia y el territorio, o como Manuel, con vocación de compartir sus saberes a quien desea aprender. La niebla estará esperando para guiar la caminata del visitante curioso hacia la tierra, los tucanes, las ranas, los niños y la cancha de fútbol.