
Por: Ali Gómez
¿Hasta cuándo la inobservancia de las normas viales en Quibdó seguirá cobrando vidas inocentes? Nuestras calles se han convertido en un campo de batalla donde la imprudencia y la irresponsabilidad reinan entre los conductores. La flagrante violación de las reglas de tránsito ha transformado la movilidad en una ruleta rusa, donde peatones, ciclistas y otros conductores son víctimas constantes de la insensatez. Todo habitante de Quibdó conoce al menos a algún “conductor” que con el mayor desparpajo no acata ni una sola medida en el cualquier trayecto por mínimo que sea y se ufana de pasar todos los semáforos en rojo hasta su destino como si fuera una gran hazaña o parte de una competencia.
La alarmante tasa de accidentes en nuestras calles no es solo un problema de falta del principio de autoridad; es una epidemia de inconsciencia que cobra un alto precio en vidas humanas de la cual ninguna familia de la ciudad se ha escapado directa o indirectamente. Este fenómeno de indisciplina social no distingue sexo, raza, ni condición social o académica. Es inaceptable que los conductores ignoren sistemáticamente los códigos de tránsito, poniendo en riesgo no solo sus propias vidas, sino también las de quienes les rodean. La respuesta violenta y grosera ante cualquier reclamación o llamado de atención es una muestra más de la normalización de la infracción en la ciudad.
En Quibdó, ser un conductor responsable no debería ser la excepción, sino la norma. No se trata de ser más astuto que el sistema, sino de respetar la vida de nuestros conciudadanos. Niños, ancianos, mujeres embarazadas; ninguno de ellos parece importarles a estos infractores que desafían todas las precauciones viales con total indiferencia e impunidad. Ellos en una sociedad sensata deberían ser una prioridad indiscutible para todos. No hay excusa válida para poner en riesgo la vida de los demás con conductas imprudentes.
Así nos parezca, No es cuestión de «viveza» o «astucia» el saltarse los reglamentos de tránsito; es simple y llanamente imprudencia y negligencia. Cada vez que un conductor ignora un semáforo en rojo, adelantar en zonas prohibidas o circular a alta velocidad, no solo se expone a sí mismo a un peligro inminente, sino que también coloca en riesgo la integridad de los demás usuarios de las vías. Su sentido de urgencia por llegar a un destino, sin importar las consecuencias, los convierte en una amenaza latente para la seguridad pública.
Resulta inaceptable que en Quibdó los infractores no consideren la seguridad ni siquiera de sus propios familiares, transmitiendo el mensaje equivocado a las futuras generaciones de que las normas básicas de convivencia pueden ser ignoradas impunemente, “estamos en Quibdó y no pasa nada”, que saltarse las reglas y los acuerdos mínimos de la sociedad aquí está permitido y no tienen consecuencias. La movilidad caótica se ha vuelto un serio reflejo de cómo son realmente nuestros valores como civilización y estamos dejando mucho que desear.
Es hora de que todos tomemos conciencia de que obedecer las disposiciones de tránsito no es una opción, sino un deber mínimo que todos debemos cumplir con la ciudad. La falta de respeto por la ley no solo ocasiona daños físicos, sino también emocionales y económicos a nuestras familias y comunidad en general. Si anhelamos vivir en una ciudad segura y próspera, es fundamental que cada individuo asuma su responsabilidad al volante y contribuya activamente a mejorar nuestra convivencia vial.