
Por Amílcar Cuesta Torres
Analizando los argumentos de los nueve concejales que con su voto negaron la posibilidad de darle al Malecón de Quibdó el nombre del compositor Jairo Varela Martínez, se encuentra tanta estulticia y simpleza que uno no sabe si reír o llorar. Durante la sesión, ante las muy fundadas razones de los ponentes del proyecto y los invitados especiales, los nueve responden con un gagueo pusilánime que delata su enorme pobreza conceptual y pírrica visión del emprendimiento que se deriva de lo cultural.
Asegurar que otros compositores chocoanos tienen más mérito que Jairo Varela no sólo es desconocer la extensa obra musical del creador de Grupo Niche, también es inventar rivalidades y comparaciones que no vienen a lugar. Aunque la musa de Varela desbordó las fronteras de la nación, su corazón siempre estuvo en el Chocó.
No saben aquellos concejales que canciones como Atrateño o Mi pueblo natal están enraizadas en el alma de todos los chocoanos; desconocen que Rupelto Mena, Vamos a ver, El coco o Bajameuno, cuentan historias de personajes chocoanos; ignoran que inspiraciones como Anamilé, Las flores también se mueren, Se pareció tanto a ti y otras por el estilo tienen el sello de los amores juveniles del artista.
Todo parece indicar que los honorables del voto negativo no llegaron preparados al debate. Otra cosa que se nota de bulto en la deliberación es el preacuerdo, el amarre del voto que ya estaba comprometido y por lo cual muchos concejales no intervinieron.
La pregunta es ¿qué intereses se esconden tras la negación de una propuesta tan sana como esta? Ojalá la respuesta no nos lleve a propósitos protervos como muchos en este bendito departamento.
Es costumbre de los pueblos guardar la memoria de los personajes que le han dado lustre ante el mundo, para eso se esculpen bustos, se levantan monumentos o se designan espacios que perpetúen su legado, pero como el Chocó es tan raro acá se rechazan esas iniciativas. “De qué valió, me pregunto yo, mi bandera y mi emblema…” cantaría Jairo Varela.
Lo más triste es que la falta de visión y grandeza de nuestros ediles ni siquiera les permite pensar en el aprovechamiento de los espacios culturales para jalonar turismo. No quieren ver que uno de los atractivos de Cali es visitar el museo en homenaje al maestro Varela o tomarse una foto al pie del gran monumento erigido en su honor.
En el Valle del Cauca saben muy bien lo que la cultura representa, por eso se han “apropiado” de la figura ilustre del chocoano Jorge Isaacs, a quien le tienen estatua en el centro de la ciudad, y si no fuera por las evidencias ya tendrían a Jairo Varela en su mosaico de natalicios.