Crónicas y anécdotas de Álvaro Paz Cañadas (II)
Reproducido por Neftalí Rengifo Yurgaqui
A raíz de mis escritos, entre los que destaco la serie de “Inocencio & Cándido: dos viejitos afrocolombianos arreglando al País y a la Étnia”, y el libro “El Gran Chucho Lozano”, tuve contacto con el cuasi pariente Álvaro Paz Cañadas, quien al igual que yo, es aficionado a la lectura y a la escritura de temas anecdóticos y vernáculos además de intercambiar gentilezas costumbristas como la obra que me envió desde Cartagena, antes de Viajar a los Estado Unidos, denominada “Un libro diferente” con su respectiva autorización para publicarlo, a lo que no dudé en hacerlo después de deleitarme con su lectura, al igual que lo hice con la columna anterior denominada “El hijo del Ministro”, anécdotas que comparto gustosamente con los lectores de choco7dias.com.
Álvaro Paz Cañadas es cartagenero hijo de padres chocoanos, ya fallecidos: de Emiro Paz Arriaga y de Immia Cañadas. Emiro era hermano de mi recordado tío político Jafeth Paz Arriaga, quien era casado con mi tía Rita Elvira Rengifo González, quienes se radicaron todos en la Costa Atlántica, donde yo estuve trabajando como docente una década de mi existencia; de ahí esta feliz coincidencia que comparto gustosamente con los lectores.
En el preámbulo de su obra “Un libro diferente”, que transcribo antes del artículo de fondo, se lee textualmente la motivación que tuvo Álvaro Paz Cañadas para escribir su obra, que seguramente, es similar, al menos en parte, a la de muchos aficionados a la escritura.
Dice así el autor:
“Inicialmente comencé escribiendo anécdotas y cuentos de mis experiencias de la vida para mis hermanos, mis primos hermanos, mis primos, otros parientes, otros familiares amigos y otros amigos familiares. Y algunos de ellos me sugirieron que los publicara para que otras personas, al leerlos, se aventuraran a escribir también sobre sus vivencias y así tener muchos más entretenimientos diferentes a ver y oír las cotidianas novelas, que repetidamente tratan de amores fallidos y frustrados de mujeres y hombres, que siempre repiten lo mismo y solamente cambian el color de sus vestidos”
———————-
Ovnis y ladrones
Crónicas y anécdotas de Álvaro Paz Cañadas (II)
El calor en Cartagena llega a su mayor grado de intensidad hacia la mitad del año y ninguna o muy poca brisa se siente, y a esa época se la considera como plaga.
Alrededor de los años 40, en su gran mayoría, las casas carecían o no tenían aire acondicionado para aliviar el agobiante calor que, inclusive en las noches, era también muy sofocante. El uso de ventiladores eléctricos, tanto portátiles como colgantes del techo o cielorrasos, eran un lujo que solo los más adinerados podían darse el lujo de tener.
La casa en que nosotros vivíamos en el centro de la ciudad, era una casa colonial de dos plantas con un largo balcón que daba a la calle e internamente había balcones y corredores que daban a los patios; también tenía amplias ventanas y aun así, el calor en esa época del año se sentía más intenso dentro de la casa que en la calle. No había ventiladores eléctricos. Los abanicos no faltaban en todas las casas.
Para mitigar el calor, en la casa, se dejaban abiertas las puertas de la planta alta.
Por esos días, las noticias decían que algunas personas habían visto platillos voladores. Aún no se les denominaba OVNIS y todo el mundo estaba pendiente de poderlos ver.
En una noche calurosa, mi mamá se levantó de la alcoba y se fue a sentar en una mecedora colocada en el balcón que da a la calle buscando aliviar un poco la sofocación de la noche. Estando sentada allá, vio venir y pasar por el cielo una serie de objetos luminosos que iban en formación lineal, siendo, el que iba de primero o adelante, de mayor tamaño que el resto.
A la mañana siguiente, estando todos desayunando, contó lo que había sucedido en la noche y su suerte de haber visto los tan mencionados platillos voladores.
Nosotros los pequeños de la casa, decidimos que, en las noches venideras, tenderíamos sábanas en el balcón para dormir allá y tener la oportunidad de ver también los platillos voladores, si aparecieran otra vez. Así lo hicimos por muchas noches, pero nos quedábamos dormidos después de observar por un rato el cielo y de solo ver estrellas.
Hasta que temprano en una noche en que nos acompañaba mi papá (Emiro Paz Arriaga), vimos aproximarse una fila de objetos voladores, y alborotados y gritando de alegría y emoción, vimos pasar una hilera de objetos, que cuando estuvieron más cerca, resultó ser una bandada de alcatraces volando en fila india cuyas alas extendidas y sus cuerpos, por debajo, de color claro, hacía que las luces de la ciudad los destacara en la oscuridad del firmamento.
Desilusionados nos fuimos dormir a nuestras camas y a derretirnos por el calor de las noches calurosas de Cartagena y que, además, se sentían más calientes porque había que dormir con toldos o mosquiteros para evitar esa otra plaga.
Como se seguía durmiendo con las puertas abiertas y por temor a que se metiera un ladrón cuando estuviéramos dormidos, mi papá decidió amarrar con hilo una serie de tarros y ollas de aluminio, a la atura de las espinillas, en las puertas del balcón. También, al pie de su cama y al alcance de su mano, su escopeta cargada por si había necesidad de utilizarla.
En otra noche mi mamá (Immia Cañadas), agobiada por el calor, se levantó y se fue para el balcón sin recordar la sarta de objetos anti-ladrón que mi papá había colocado y al tropezar en la oscuridad con ella, los trastos, rompiendo el silencio de la noche junto con los gritos de mi mamá:
-¡Emiro no dispares que soy yo!
Los gritos despertaron a todos en la casa y salimos a ver lo que ocurría.
Luego de las risas y carcajadas por lo sucedido, nos fuimos para el balcón buscando un poco de fresco y de pronto apareció en el cielo el enorme globo brillante de un dirigible que patrullaba la costa y que, en las pocas veces que se veía, siempre era un espectáculo verlo pasar tan majestuoso y en silencio.
No vimos ovnis, ni hubo ladrones y cuando retomó la calma, volvimos a nuestras camas a continuar soportando el calor.