miércoles, enero 20, 2021
23 °c
Quibdo
25 ° Fri
25 ° Sat
26 ° Sun
26 ° Mon
26 ° Tue
Contacto: choco7dias@gmail.com | Cel. 312 287-7246
  • Iniciar sesión
Chocó 7 días
PUBLICIDAD
  • Inicio
  • Lo último
  • Opinión
    • Columnistas
    • Correo del lector
    • Caricaturas
  • Cultura
    • Historia del Chocó
    • Un día como hoy
    • UTCH
    • Música
    • Chocograma 26 diciembre 2020
  • Municipios
    • Quibdó
    • Carmen de Atrato
  • Ambiente
  • Deportes
  • Judiciales
    • EDICTOS
  • Educación
  • Salud
    • COVID-19
  • Contratos
  • Sociales
    • Aniversarios
    • Grados
  • Más
No hay resultados
Ver todos los resultados
Chocó 7 días
  • Inicio
  • Lo último
  • Opinión
    • Columnistas
    • Correo del lector
    • Caricaturas
  • Cultura
    • Historia del Chocó
    • Un día como hoy
    • UTCH
    • Música
    • Chocograma 26 diciembre 2020
  • Municipios
    • Quibdó
    • Carmen de Atrato
  • Ambiente
  • Deportes
  • Judiciales
    • EDICTOS
  • Educación
  • Salud
    • COVID-19
  • Contratos
  • Sociales
    • Aniversarios
    • Grados
  • Más
  • Iniciar sesión
No hay resultados
Ver todos los resultados
Chocó 7 días
No hay resultados
Ver todos los resultados
Home Cultura Historia del Chocó

Octubre 26 de 1966: “Incendio, incendio, se quema Quibdó”

Chocó 7 días por Chocó 7 días
30 noviembre, 2020
dentro Historia del Chocó
1
Agosto 22 de 1967: Paro cívico por Agua y Luz

quibdo-despues-incendio-1966-armando-mosquera

0
COMPARTE
263
VISTAS
Compartir en FacebookCompartir en TwitterCompartir en WhatsApp
Armando Mosquera Aguilar

Por  Armando Mosquera Aguilar  – Washington, DC.

Era el miércoles 26 de octubre de 1966 y varios jóvenes, desesperados y sin dinero, esperábamos que el portero del Teatro Quibdó se descuidara para colarnos y disfrutar una película de sexo llamada La Basura, de clase triple X, para adultos. El portero era conocido como Tótoro, hombre robusto y temperamental, al que muchos le temíamos.

Entre los muchachos recuerdo a Jorge Isaac Cuesta, ‘El Cojo’ y ‘Porro’, ambos del Pandeyuca, Nelson Cuesta, Salomón Mosquera, ‘Kiki’, Ramón Perea y ‘Viejo Vence’. En un descuido de Tótoro, Jorge Isaac corrió a la parte superior del teatro (palco) y otros nos metimos en la parte baja (galería). No fuimos detectados por nadie ya que los espectadores estaban entretenidos con los encantos de la principal actriz de la película.

Nos acomodamos al lado de otros jóvenes que habían entrado al teatro por el hueco. Atrás del teatro, pasando por la choricería, existía un lugar donde Totío, Chungulito e Isaías cobraban dinero para dejar entrar a uno por un hueco que habían construido y que comunicaba con la tarima del teatro.

En dicha película algunas actrices salían totalmente desnudas y hacían el amor con algunos actores. Eso llamaba mucho la atención, sobre todo a mí, porque quería aprender sobre sexo. Rn mi casa vivían varias muchachas, visitaba a dos de ellas una que otra noche, Manuela y Rubilda, y era correspondido sexualmente. Yo era feliz cuando llovía fuerte. Con el ruido del agua sobre el techo de zinc nadie escuchaba cuando poco a poco bajaba las escaleras de madera ruidosa del segundo al primer piso en mi casa.

Cuando la cinta llegó la mitad, pararon y encendieron las luces para que el público fuera a los baños, comprara golosinas y estirara los huesos. Recuerdo haber visto esa noche al doctor Mario Mena, a Reinerio Reales, Emiro Quesada Martínez, Nelson Pachapacha, Erlin Murillo, Pedro Abdo García, Miguel Arango (Picalarré) y a una pareja caracterizada por sus peleas semanales: René Orozco Echeverry y Gache Díaz. Peleaban casi todos los días en cualquier esquina.

Unos meses antes se había elegido Presidente a Carlos Lleras Restrepo. Colaboré en su campaña en Quibdó, le hice mandados a Emilio Urrea, coordinador del Partido Liberal, y me regaló un reloj marca Pierce. No dejaba de mirar mi reloj y cuando se acercaba la media noche, mi desespero era tal que no veía la hora de marcharme a casa a poner en práctica lo observado en la película.

De pronto sentimos un olor fétido en el teatro. Los muchachos sabíamos que eran los famosos “Pedos Químicos” a los que nos tenían acostumbrados Totío, Chungulito, el cojo Jorge Isaac, Isaías y Michurrú. Ellos preparaban unos componentes en una botella, la tapaban y la llavaban al teatro. Cuando todos estaban concentrados con las actrices desnudas, destapaban la botella.

Por el pestilente olor y los deseos de buscar a Manuela para que me quitara el remolino que sentía después de observar tantas posturas y calenturas, me dije: “Me voy”.

Incendio, incendio

Gigantescas llamas consumieron las viviendas
y los locales comerciales del centro de Quibdó

En la puerta del teatro miré al cielo suplicando una fuerte lluvia para cumplir mi cometido.

Pero vi el cielo enrojecido repleto de llamas hacia el sur (Cabecera). Reingresé al teatro gritando: “Incendio, incendio”. En segundos casi me matan. Todos corrían buscando la salida y Atilio Maturana (Barrilete para unos y Godzilla para otros), me empujó golpeándome la cara con la reja que divide al teatro de la heladería de Senén Angel (hijo del dueño del teatro, Miguel).

Salí hacia el norte y al llegar a la Catedral bajé corriendo por la Alameda Reyes gritando a todo pulmón: “Incendio, incendio, se quema Quibdó”. Encendían las luces en las casas y salían a la calle, muchos en ropa interior. Se arrodillaban y rezaban.

Luego doblé sobre la carrera quinta hacia mi casa en el barrio Pantanito (César Conto). Todos dormían. Cogí una piedra y tocaba en las casas, iniciando en la de mi familia, que era inmensa y tenía cuatro puertas.

Después regresé a la escena. En el negocio de Epifanio Alvarez Caraballo muchos hacían su agosto. Entraban y salían con algo, un bulto de arroz, una lata de manteca. Seguí por la carrera primera a donde estaban las llamas pero escuché un disparo de arma de fuego. Regresé y vi que un policia le había disparado mortalmente a un hombre que sacaba una lata de manteca del negocio de Epifanio Alvarez Caraballo.

San Pacho

Me puse super nervioso porque ver un hombre muerto a bala no era normal en Quibdó. Reculé y busqué ubicación entre los curiosos que estaban agolpados en la esquina del Pandeyuca con la primera. Alcibíades Garcés, dueño de la Heladería Andágueda y otros vecinos fueron a la Catedral, sacaron en hombros a San Francisco de Asís y lo colocaron en el centro de la calle, dando el frente hacia el sur, hacia el lugar donde venían las llamas devorando casa por casa.

Muchos se arrodillaron y a gritos le pedían a San Francisco y al cielo que parara el incendio. Esta escena me recordó otro incendio vivido cuando era muy niño en la esquina de la Quinta con la Alameda Reyes. Allí también colocaron a San Pacho en medio de las llamas y, estas, poco a poco, lo estaban quemando y tuvieron que quitarlo.

Miramos como caían las casas de uno, dos y tres pisos, muchas con un negocio. Fue terrible, horroroso.

Todavía no he podido saber si fue la creencia religiosa o el destino la causa de que la candela parara al frente del santo. El negocio de Calixto Castillo fue el último destruido. Las llamas no cruzaron la calle y algunos lo atribuyeron al poder de San Pacho que estaba parado en tierra. Además, un aviso en el segundo piso de la casa de Ismael Aldana decía “Farmacia San Francisco”.

Saqueos

Como todos entraban y sacaban algo de los negocios, ingresé en la Heladería Andágueda, me eché la caja más grande al hombro y salí hacia mi casa. Me decía: “Al fin tengo algo mío, no puede ser que otros lleven algo y yo solo mirando. Nada de eso, tengo mi caja”.

Cuando llegué a mi casa, toda la familia y algunos vecinos me rodearon esperando el contenido. Pero en la gran caja solo había dos docenas de rollos de papel higiénico. Todos me miraban y nadie dijo nada pues sabían que podían tener un problema conmigo.

Me sentí mal, pero no derrotado. Regresé al mismo lugar pensando en los niños de mi vecindario. Metí en una bolsa galletas, chicles, chocolatinas y confites que endulsaron el rato a los niños y adultos de mi barrio.

Poco a poco las llamas se extinguieron. El lugar estaba convertido en pequeñas charamuscas. Los puertos Platanero, Carbonero, La Confianza, Andágueda y el de Carmen Aviona –Puerto Chere– pasaron, hacia el otro lado, o río Atrato abajo, televisores, equipos de sonido, estufas, cajas de leche, manteca, azúcar, bultos de arroz, etc., llevados por aprovechados que habían encontrado lo suyo en medio del bullicio.

Como una cabeza

El 27 de octubre de 1966, un día después del incendio,
comenzaron las labores remoción de escombros

Cerca al lugar donde se inició la conflagración había una miscelánea y prendería de Luis Vivas donde muchos buscaban oro. Yo llegué allí con iguales intenciones, me topé con una piedra del tamaño de una cabeza humana, bastante pesada, que en uno de sus extremos tenía brillo y el color del oro. Salí presuroso del lugar sin percatarme que varios me habían visto y me seguían. Dos eran José Angel Becerra -Michurrú- y Luis Asprilla -Sanjuaneño-. De pronto apareció Emirito (Emiro Sánchez Garcés, joyero). –Que pasa Armandito, vi que encontraste algo y estoy acompañándote pa’ lo que sea. Luego llegó Yerlin Antonio Carrasco Aguilar -Choí-, mi pariente, que junto a Emirito me tranquilizaban.

Busqué a Carlos Ramirez, otro familiar que trabajaba en el Banco de la República, le conté lo ocurrido y le entregué la bola-cabeza. No lo pensó dos veces, se metió la mano al bolsillo y me entregó cuatrocientos pesos.

Le di cuarenta pesos a mis dos guardaespaldas (Emirito y Choí) y me sentí el más rico del mundo, ya que jamás había tenido tanto dinero, sin sospechar que probablemente estaba iniciando la carrera empresarial (compra-venta de oro) de Carlos Ramírez.

En Quibdó todos caminaban en diferentes direcciones, se lamentaban y solo hablaban del incendio. De pronto empezaron a llegar medicamentos, víveres, ropa y enseres que venían de Cartagena por el rio Atrato, Medellín, Cali, Bogotá. Un buque de la Marina procedente de La Heroica venía comandado por mi primo hermano Marcos Aguilar Palacios y de Medellin llegaron policías, soldados, médicos y enfermeras, entre estas mi hermana Concha.

En el aire de Quibdó se veían dos o tres aviones entrando o saliendo. Llegó el sábado y seguían los lamentos.

Algunos recordábamos que el único carro de bomberos se había volcado la noche del incendio bajo la conducción del líder comunitario Pedro Abdo García, quien solo sufrió algunos rasguños. Nadie recordaba al desafortunado que murió cuando quiso llevarse una lata de manteca.

Pero era vox populi que el gobierno enviaba aviones gratis para quien deseara viajar.

Fui a mi casa a quitarme la ropa agria y unas botas pantaneras. Pasé por el centro de la sala y sin percatarme que estaban mi primo Marcos Aguilar y mi hermana Concepción, dije: “Me voy para Bogotá”. Nadie me hizo caso, parece que ninguno creyó en mí. Nadie dijo: “¿Por qué? ¿En qué?

Viaje a Bogotá

Agitado, bien vestido y con buen dinero, subí caminando al aeropuerto “El Caraño” y tremenda fue mi sorpresa al ver seis aviones en la pista y una larga fila en cada uno de ellos de hombres, mujeres y niños.

Pregunté cual iba para Bogotá, pero un oficial de la Fuerza Aérea me dijo:

“Para Bogotá el cupo ya está lleno, súbase en otro, o espere que más tarde habrá otro vuelo hacia Bogotá”.

Me dije, no puede ser, yo solo quiero el que va para Bogotá, que tal que me suba en otro y este vaya para Condoto o Bahía Solano. Entonces con unas buenas lágrimas en mis ojos, le dije al oficial:

“Mi capitán, yo estaba de vacaciones aquí, yo estudio en Bogotá, mi casa se quemó, todo lo perdimos y el próximo lunes tengo clases”.

Me miró fíjamente, subió al avión y desde abajo escuché cuando dijo: “Usted, bájese, necesito ese puesto”.

Acto seguido, veo que baja Faustino Urrutia con una cara endemoniada. El capitan se asomó por la puerta del avión y me dijo: “Venga bachiller, deje ya de llorar, sientese aquí, tome estos 50 pesos, yo se los regalo pero no llore más que va para Bogotá”.

Al subir al avión, todos me miraban como queriendo culparme de algo, pero nadie se atrevió tal vez por la presencia del oficial. Al bajar el capitán del avión, no faltó quien me preguntara: “Armandito, ¿cuál fue la casa que se les quemó?”. –Una que teníamos en La Cabecera, respondí.

–¿En La Cabecera?, me dijo Darío García Ayala (Ruina).

–Pero era de un tío, le dije.

Al sentarme, me tocó al lado de Darío y en voz baja le dije: –Mirá gran guevón, no me hagás más preguntas o te vas a ganar un buen estropeo.

Dario me dijo: ¿A quién tenés en Bogotá ?–A Marino, mi hermano.

–Contá conmigo, yo me pego.

–Tranquilo, le dije, sin percatarme que detrás nos habían escuchado Nicolás Rodriguez (Mi Casita -Nicoyembe-) y Jairo Sánchez (hijo de don Animal). Adelante estaba mi condiscípulo Oscar Palomeque Mena, quien entendió porqué yo le había mentido al oficial.

En el avión tambien viajaba Sebastián Valencia Serna. En otro vuelo llegó a Bogotá Jairo Varela Martínez.

La versión más difundida era que el incendio comenzó en el negocio de Crescencio Maturana (Burro de Oro), donde se vendía pólvora, tacos de dinamita, petróleo, juegos pirotécnicos y gasolina.

Atrás quedó Manuela esperándome por una noche más. Quedaron las más de diez libras de oro que le di a Carlos Ramírez por 400 pesos. Muchos comerciantes quedaron en la ruina, muy pocos pudieron levantarse de nuevo.

Familias conocidas lo perdieron todo. La Heladeria de Reinaldo Valencia en la vía a San Vicente, la carnicería del paisa Parra, el aserradero de Pompeyo Paz, la tienda de Rafael Martínez (Colorado), el edificio y negocio de los Bechara, la farmacia de Jota Jota Jaramillo, el negocio de José Martínez, el cucurucho de Remojao, la familia de Gilberto Cano, la familia Henao, el negocio del Ñato Aquileo, el depósito La Confianza, la plaza de mercado, el hotel San Judas de Miguel Toral y Carlota Murillo, la familia Zúñiga (callejón de la Paz), los negocios de Fernando Ramírez (Blanco y Negro), el Hotel San Juan, Almacén La Prenderia de Tulio Rivera Vélez, almacén de Raúl Cañadas, compraventa de oro de Luis Vivas, librería y papelería Santacoloma, almacén Londres de Luis Mosquera Aguilar (Carbonerito), el Palacio Nacional, el Palacio Intendencial, almacén Teflores de Pastor Mosquera Aguilar, el Café Bola Roja, almacén Mi Casita de Amelia Barrios Ferrer, la familia Arrunátegui, la familia Díaz Paz, almacén de Arnoldo López, almacén de Los Valladares Osorio, almacén Familiar de Vendo vendo, la bodega de Adriano Rivas, Panaderia El Paisa, bodega de Epifanio Alvarez, negocio de Pedro Abdo García, tienda de Luis Ignacio Bejarano Benitez, la Choricería, Café Andágueda, Teatro y Heladería Quibdó, Almacén Gentleman de Belisario Valencia (Chúpela), Almacén Maria que administraba el profesor Heraclio Sánchez, almacén de Roberto Valdéz, negocio de Pedro Porras, farmacia de Victor Hugo Lozano, bodega de Calixto Castillo, trilladora de maíz del paisa Pacho, familia Osorio Dualiby, familia del paisa Tiberio Rivera, familia Posso, familia Barcha, familia García Ayala y una veintena más de negocios y casas con algunos pequeños rebusques que habían en el Voladero de las Pavas y en los Puertos Platanero y del Chere.

Cuando llegamos a Bogotá, me tocó llevar al apartamento de mi hermano Marino a Darío García Ayala, Jairo Sánchez, Nicolás Rodríguez y Oscar Palomeque, pues ninguno tenía donde llegar y yo no podía dejarlos solos.

Marino nos llevó a la Cruz Roja y allí nos dieron ropa, zapatos, relojes, alimentos enlatados, perecederos y dinero.

Días después, Darío García no aguantó el frío bogotano y Jairo Sánchez dijo que él también se regresaba a Quibdó porque no estaba acostumbrado a comer carne cruda (en algunos lugares donde nos invitaban a comer, la carne era medio-cocida, por ello la sangre se notaba).

A Oscar Palomeque y Nicolás Rodriguez (Mi Casita), los llevé a conocer el Colegio Refous (de la élite bogotana), quienes nos becaron para seguir nuestro bachillerato.

Para bien o para mal, el incendio ajustó algunas cosas que andaban desarmadas. Por ejemplo: El pequeño apartheid (segregación racial) que existía poco a poco desapareció, ya que muchos de la zona privilegiada se mudaron a otras ciudades. Los Ferrer (así se le llamaba a cualquier blanco), empezaron a revolverse con negros e indígenas.

El colegio de la Presentación y el Claretiano, donde el número de negros no alcanzaba el uno por ciento, abrieron sus puertas a todos sin distinción alguna. Nuestros gobernantes ya no son exclusivamente blancos, la Iglesia Católica ahora muestra sacerdotes y monjas de raza negra.

PUBLICIDAD
Artículo Anterior

Rosmery murió al intentar rescatar a su sobrina de las llamas

Siguiente Artículo

Maluma anuncia ayuda al Chocó y a Providencia

Chocó 7 días

Chocó 7 días

Siguiente Artículo
Maluma anuncia ayuda al Chocó y a Providencia

Maluma anuncia ayuda al Chocó y a Providencia

Comentarios 1

  1. Alan says:
    2 meses hace

    Jajaja…Me diverti mucho leyendo la historia, ojala pudieran publicar más sobre el antes del incendio y despues

    Responder

Deja un comentario Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Estoy de acuerdo con los Términos y condiciones y la Política de Privacidad.

No hay resultados
Ver todos los resultados
PUBLICIDAD

Noticias recientes

Encarcelado por actos sexuales con dos menores de 14 años

Quibdó: encarcelado por homicidio en La Cascorba

20 enero, 2021
Chocó: un día como hoy… 20 de enero

Chocó: un día como hoy… 20 de enero

20 enero, 2021
Reconocen al comité promotor de la revocatoria del alcalde de Quibdó

Reconocen al comité promotor de la revocatoria del alcalde de Quibdó

19 enero, 2021

Comentarios recientes

  • Omar en Dinamitan diez equipos mineros en el río Quito
  • Jose en Lo que el Presidente Duque ocultó o distorsionó en el Chocó
  • Charles Martínez Valencia en Lo que el Presidente Duque ocultó o distorsionó en el Chocó
  • Mario Antonio Salazar Castillo en Murió el compositor y actor chocoano Antún Castro
  • Rodolfo Emiro Quinto Rivas en ¿Somos culpables claros y directos de nuestra pobreza?
  • UN DOLIENTE en Lo que el Presidente Duque ocultó o distorsionó en el Chocó
  • El pensador en Edicto 1er. aviso Jesús Enrique Lemos Quejada
  • Robinson en ¿Somos culpables claros y directos de nuestra pobreza?

Facebook

Twitter

Facebook Twitter Youtube Instagram
Chocó 7 días

Chocó 7 días es un medio de comunicación que desde el 7 de agosto de 1995 refleja la realidad del Chocó, denuncia las causas y los responsables de su crisis, y respalda las reivindicaciones y luchas de su pueblo.

Secciones

  • Acandí
  • Alto Baudó
  • Ambiente
  • Aniversarios
  • Atrato
  • Bagadó
  • Bahía Solano
  • Bajo Baudó
  • Bojayá
  • Cantón de San Pablo
  • Caricaturas
  • Carmen de Atrato
  • Carmen de Darién
  • Cértegui
  • Cocina chocoana
  • Columnistas
  • Condoto
  • Contratos
  • Correo del lector
  • COVID-19
  • Cultura
  • Deportes
  • EDICTOS
  • Educación
  • Grados
  • Historia del Chocó
  • Istmina
  • Judiciales
  • Juradó
  • Literatura
  • Litoral de San Juan
  • Lloró
  • Lo último
  • Más
  • Medio Atrato
  • Medio Baudó
  • Medio San Juan
  • Mineria
  • Municipios
  • Música
  • Nóvita
  • Nuquí
  • Opinión
  • Quibdó
  • Quibdó
  • Remitidos
  • Río Iró
  • Río Quito
  • Riosucio
  • Salud
  • San José del Palmar
  • Sipí
  • Sociales
  • Tadó
  • Un día como hoy
  • Unguía
  • Unión Panamericana
  • UTCH
  • Video

Suscríbase a nuestro boletín de noticias

Contacto Chocó 7 días

choco7dias@gmail.com
Cel. 312 287-7246  |  Fijo: (+4) 670-8162

Copyright © 2020 Chocó 7 días · Todos los derechos reservados · Política de privacidad

No hay resultados
Ver todos los resultados
  • Inicio
  • Lo último
  • Opinión
    • Columnistas
    • Correo del lector
    • Caricaturas
  • Cultura
    • Historia del Chocó
    • Un día como hoy
    • UTCH
    • Música
    • Chocograma 26 diciembre 2020
  • Municipios
    • Quibdó
    • Carmen de Atrato
  • Ambiente
  • Deportes
  • Judiciales
    • EDICTOS
  • Educación
  • Salud
    • COVID-19
  • Contratos
  • Sociales
    • Aniversarios
    • Grados
  • Más

Copyright © 2020 Chocó 7 días · Todos los derechos reservados · Política de privacidad

¡Bienvenido de nuevo!

Inicie sesión en su cuenta a continuación

¿Olvidó su contraseña?

¡Crear una nueva cuenta!

Rellene los formularios a continuación para registrarse

* Al registrarse en nuestro sitio web, acepta los Términos y condiciones y la Política de Privacidad.
Todos los campos son obligatorios Iniciar sesión

Recupere su contraseña

Ingrese su nombre de usuario o correo electrónico para restablecer su contraseña

Iniciar sesión
error: El contenido está protegido
Este sitio web utiliza cookies. Al continuar utilizando este sitio web, usted da su consentimiento para que se utilicen cookies. Visita nuestra Política de privacidad y cookies.