Por José María Daza Sánchez
Así tituló el escritor y periodista Héctor Abad Faciolince, en EL ESPECTADOR, el domingo 9 de diciembre de 2018, en un artículo que refiere a la situación de las ciudades frente a la proliferación de las motos en circulación por sus vías.
Dice Héctor Abad Faciolince: “En algunos países de Asia, de hecho, esta polémica (refiriéndose a la imposición de impuestos y otras restricciones), ya se perdió. Cuando uno ha ido a Yakarta, por ejemplo, y ha podido presenciar el infierno en que se convierte el imperio de las motos (que no haya buses ni metro sino que todo el pueblo se transporte en moto), asiste impotente a una imagen espantosa del futuro que nos espera, y que en algunas ciudades intermedias ya está aquí.” En otro artículo sobre el mismo tema el autor señala que en la medida en que aumenta la circulación de este aparato, que en alguna ocasión llamaron “La Venganza Japonesa”, las ciudades se “pauperizarán” cada día más.
Eso fue como para 2016 y en su momento no lo entendí y me pareció absurdo lo manifestado por este columnista, escritor y periodista. Hoy recuerdo estas citas y le doy toda la razón.
No se ha medido la dimensión del problema que se está generando en las ciudades con el aumento desproporcionado de las motos en circulación. Peor cuando no hay autoridad que regule su distribución y comercialización.
“Cuando uno aquí sugiere que las motos paguen peaje o que paguen impuestos, tanto por motivos ecológicos como de salud pública, los caballeros andantes de hoy en día salen a defender a capa y espada sus caballos, es decir, sus intocables motocicletas.” Señala, Faciolince.
Los comercializadores se han llenado sus arcas con la venta de las motos. La entregan con la sola cédula, sin restricciones. Y el aporte a la ciudad en beneficios, muy poco, especialmente si las matriculan en otras ciudades. No sé, ¿qué tanto, en materia de impuestos le pagan, por ejemplo, a Quibdó? ¡En materia de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) debería haber aportes importantes que coadyuven a la toma de conciencia del comprador y del que va a conducirla!
La incapacidad de gestión, percepción y proyección de nuestros dirigentes para establecer políticas serias en materia de movilidad y control en la circulación, ha llevado a que las ciudades se copen de estos vehículos automotores (“Motocicleta: Vehículo automotor de dos ruedas en línea, con capacidad para el conductor y un acompañante”. Ley 769 de 2002) que sin restricciones legales se han enquistado desplazando el servicio público de transporte urbano Pues tanto que prácticamente, al menos en Quibdó, lo terminó arrinconando y hoy difícilmente se transporta la gente en un colectivo, dado que tampoco se actualizó ni se puso competitivo con su servicio, sustituyéndose por el alto riesgo de andar en la moto.
En el país durante el año 2023 se vendieron 678.660 motos con un promedio mensual de 56.000 motos. Carros fueron 182.222 en el año. En el Chocó y específicamente para Quibdó no se ha podido determinar, dado que las comercializadoras en su mayoría les registran en otras ciudades. He presentado a la Secretaría de Tránsito un derecho de petición para conocer y poder trasladarles la información a nuestros lectores, en relación con este tema. Esperemos lo respondan dentro de los términos.
En algún post o publicación en redes sociales leí que en Quibdó se venden cerca de once mil motos (11.000) al año. “No hay cama para tanta gente” cantaba Celia Cruz. Ya hoy es imposible un parqueo de ot5ros vehículo. Los andenes también están inundados y acompañado de los vendedores ambulantes imposibilitan la circulación de los peatones, que en otras ciudades se han convertido en seres relevantes. Aquí en Quibdó no se tienen prioridades. Además del caos en la movilidad por culpa de la irresponsabilidad de las personas que tienen y manejan estas motos, que, ante la ineficiente e incapaz autoridad de tránsito, se abusa. No hay respeto ante las normas de tránsito. Imponen una restricción a la circulación, mal llamada “Pico y Placa” y muy pocos la respetan; las pocas señales de tránsito, entre ellas los semáforos, los que funcionan bien, no son respetados. Se vive en una situación de desespero por parte de esos conductores, tanto hombres como mujeres, porque ellas tampoco se escapan del desconocimiento y pasean como “Pedro por su casa”.
No es fácil educar a la gente en esta materia porque nos acostumbramos a burlarnos de la ley y de las autoridades. Las campañas para hacer tomar conciencia del respeto y el cuidado personal van a costar muchos recursos, pero se podría iniciar con el acompañamiento de los estudiantes de los últimos grados de secundaria, acompañados por la policía y los agentes de tránsito, de manera masiva.
Como dicen las señoras: “Hay mucha tela que cortar” en esta materia.