Por Haidy Sánchez Mattson @sanchez_haidy
Haidy Sánchez Mattsson es quibdoseña, psicóloga clínica de niños , adolescentes y adultos. Investigadora en salud mental y trastornos del Neurodesarrollo
Me remito a revisar la definición que la Organización Mundial de la Salud (OMS) le asigna a la salud; esta señala que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». De manera que, salud no es solamente la ausencia de enfermedades sino, resultante de un complejo proceso donde interactúan factores biológicos, económicos, sociales, políticos y ambientales en la generación de las condiciones que permiten el desarrollo pleno de las capacidades y potencialidades humanas, entendiendo al hombre como un ser individual y social.
En términos de salud mental, es evidente que en estas últimas semanas el bienestar integral y psicológico tanto individual como colectivo de muchos de los colombianos se ha afectado notoriamente. Diariamente vemos como las masacres, los asesinatos, las desapariciones, ofensas , sicariato virtual, las violaciones a niñas y mujeres y la persecución a jóvenes y líderes sociales se han acelerado, así como la prepotencia y la negligencia por parte de algunos sectores del gobierno han aumentado.
Al día de hoy, en Colombia hay sufrimiento psicológico, rabia, desconsuelo y miedo. La población está perdiendo confianza en las instituciones protectoras de nuestra vida, muchos se sienten atrincherados, en zonas rurales pero también en zonas urbanas. Algunos expresan que si se voltean para un lado no se sienten protegidos y si se voltean para el otro lado aún menos.
Mucha gente en los territorios se siente totalmente desprotegida y con mucho miedo. El fenómeno de la violencia en Colombia como sabemos, hace parte de nuestra historia y ha generado grandes daños a nivel físico, psíquico y social, que además han afectado de una u otra manera a todos los colombianos. Cada vez que suceden acontecimientos crueles, masacres, torturas o violaciones; nos remitimos inmediatamente a nuestra historia psicológica donde descansan muchas situaciones que nos han atemorizado.
Las implicaciones en la salud mental como consecuencia de estos hechos de violencia, nos han dejado secuelas tan grandes, que es realmente hora de pensar qué hacer al respecto. Es nada más ver que de los diagnósticos principales que se han hallado últimamente en algunas regiones de alerta roja son: trastornos adaptativos, problemas asociados con el abuso y la negligencia, depresión mayor, duelo, trastornos del estado de ánimo ,trastornos de ansiedad, trastorno por estrés postraumático y estrés agudo.
Una cosa que está clara a esta altura de la compleja crísis social en Colombia, es la importancia de empezar a pensar que una herramienta fundamental para un proceso de reparación y de reconciliación es: el perdón. Que además debemos ponerlo en practíca , para poder ir migrando hacia la convivencia saludable. El perdón da fortalezas humanas debido a sus efectos positivos sobre el bienestar y la felicidad humana.
Aceptar el daño que se le ha hecho a alguien, haciendo re-atribuciones de los sucesos y circunstancias relacionados con el suceso ; puede ayudar a “reparar emocionalmente” y en parte ayudar a superar el sufrimiento psicológico.
Acerca de los efectos positivos del perdón en la salud mental: la investigadora Lawler-Row , ha explicado en algunos estudios, que las personas que perdonan tienen menores niveles de depresión, de ansiedad, de estrés, de rabia, de neurótisismo, de miedo y de hostilidad, en comparación a quienes se niegan a perdonar.
Así pues; la relación entre el perdón, la reconciliación y la salud mental se ha investigado y evidenciado en diversos contextos, y por esta razón nos lleva a la necesidad de pensar que los mismos cumplen una función primordial en las estrategias para el mejoramiento de la salud mental y calidad de vida de las personas.
Finalmente , considero que se hace evidente la necesidad de promover prácticas cotidianas que apunten a integrar la expresión del perdón, en todos nosotros.
El reforzamiento en la reflexión y educación de valores, en la importancia de ser empáticos, de la relevancia del ponernos en el lugar del otro e imaginarnos como ese otro se siente con nuestros actos, de imaginarnos que significaría un perdón para el que se le ha hecho daño, es uno de los caminos más claros para la reparación y la reconciliación en medio de esta crisis de valores y de moral en la que nuestra sociedad colombiana está envuelta actualmente.