
Por Edinson Moya
Desde el 28 del mes de atrás, el Gobierno junto con sus brazos RCN, Caracol, Revista Semana, Blue Radio y otros integrantes de esa jauría, ha dado pie a una resurrección, la narrativa vieja: «Los vándalos». Casi siempre les funciona la táctica, ya conocemos frases famosas como: «Esta es la paz de Santos» o «El castrochavismo». Todo lo tienen orquestado, de ahora en adelante la palabra ‘vándalo’ -que reaparece- se apoderará de la psiquis de los incautos, y produce cierto estupor, porque son muchos, uno se ríe por no llorar.
Pero no, no crean que la gente sigue durmiendo con el tema de Colombia y su parsimonia, como ha pasado por estos últimos años, ya empieza a titilar el «verdadero levantamiento».
Cali es el núcleo, donde sin miedo ni asco, se han plantado diciendo: ¡el uribismo no va más!
En la ciudad donde el Grupo Niche y Guayacán desarrollaron su pachanga musical, pululan unos actores instrumentalizados por el Gobierno, para desbaratar, quemar, quebrar, dañar y derrumbar personas y bienes de toda índole. Algunos pertenecen a grupos estructurados, otros, son personajes que reciben un pago -tengo pruebas-, a veces una «chichigüa», más bien, parece, que lo hacen porque segregan bastante adrenalina en sus cuerpos, ayudados también por la testosterona y el sesgo ideológico que les atropella la mente. Son personas de estratos bajos, una especie de milicianos «chichipatos» sin sueldo, aunque, ¡ojo!, cuentan con algún grado de protección, porque «trabajan» con policías de uniforme y de civil que, coadyuvan, se transforman en unos facilitadores que de vez en cuando meten mano…
La «Colombia de bien» está mostrando, con alevosía, una información exagerada, desbordada, unas noticias repetitivas donde, «Los vándalos», parecen ser la derecha que ha lacerado y «perreado» al país. No es el linaje de los Santos ni los Lleras, ni los Pastrana, tampoco la epopeya que ha formado el expresidente Uribe desde la década del 80 y su influencia ya conocida, cual avivato perro come perro, pero NO, no son ellos, ahora son «Los vándalos».
La extrema derecha de este país tiene experticia en crear falsos enemigos, y sin más, Uribe escogió al Foro de Sao Pablo en noviembre de 2019, cuando dijo: “El paro convocado para el 21 de noviembre hace parte de la estrategia del Foro de Sao Paulo, que intenta desestabilizar a las democracias de América Latina (…)”.
Eso no extraña, los últimos, la gran cortina de humo, los que necesitaban figurar en la palestra nacional, son «Los vándalos», y digo, esta no es una apología al vandalismo, es un análisis-conclusión sobre la gran influencia que tiene el Estado para manipular la mente de una población que no ve (o mejor, no vemos) más allá de lo evidente.
La pachanga criminal sigue, ya no es musical, la Policía, Ejército y demás…, tienen a la capital del Valle del Cauca en vilo, el que se descuide lo ajustician. En otras ciudades también se alza el grito de protesta, el inconformismo es nacional. Aquí en Quibdó, en esta comarca negra, el azare se manifiesta también. Pero acá los infiltrados no son del Gobierno -hasta donde sé-, o al menos por ahora, eso va a depender del ritmo de la protesta. En la capital chocoana los que incitan o pierden el hilo de la marcha son personas que en su «locura» buscan llamar la atención o descargar energía aprovechando que no hubo Fiestas Patronales el año anterior, como dice el dicho: «quedaron picados», y sienten que deben desfogar, y por ahí mismo realizan actos vandálicos que tergiversan y manchan la protesta social.
En muchas de nuestras familias hay al menos, un miembro de la fuerza pública, pero el punto no es entrar en sentimentalismos de tipo familiar en defensa de aquellos, esto es mayor; es una demanda y reclamo a la Institución como tal, a ese organismo que el Estado ha dispuesto para atropellar a un pueblo que el hambre arrojó a las calles a protestar.
El fin de la era del uribismo se acerca, el problema raíz no es Duque, él es un pollito que están, o estaban proyectando, pero ya «la cagó», como también «la cagó» Andrés Felipe Arias que, después de esa trapisonda que hizo con Agroingreso, se autoproclamó indirectamente, mártir, el supuesto agredido, vilipendiado por la justicia colombiana. El problema no es solo Uribe, porque cuando él caiga, le va a prestar su disfraz a unos partidos políticos, unos buitres electorales y de procesos, ya se sabe cuales son. No me pregunten. Para ser más claros en esto, ellos saben que no es conveniente, actualmente, erguirse como uribistas o de derecha; esa militancia ya «no pega» ni engancha. Esa acción, hoy día, sería impopular, improcedente, o mejor: sería una «chambonada» política.
No hablan de lo que se protesta, están calladitos con sus tres reformas, cada una, la panacea… en su campo. Se atrevieron a crear un hashtag: #NoALosVándalos, ¡uy, qué miedo!
Después de todo, envalentona el hecho de que un evento de esta magnitud lo utilicen para saturar a la ciudadanía con los llamados «Vándalos» como si la derecha de este país no ha tenido ni tiene a los verdaderos VÁNDALOS.