
Por: Haidy Sánchez Mattsson, Psicóloga quibdoseña residente en Suecia.
Si hay algunas cosas que la preocupante y delicada situación actual de orden público y crisis social de la capital del departamento del Chocó, Quibdó, no necesita, son mentiras, ni negaciones por parte de sus mandatarios.
En los últimos días, Quibdó ha estado confinado y no por el Covid-19, sino por la cruda guerra que se vive en la ciudad. Una guerra absurda donde los que ponen los muertos son los jóvenes, en edades de 14 a 22 años aproximadamente. Según las estadísticas, se han asesinado a 70 personas en lo que va corrido del año. Y se pronostica este año llegar a alcanzar unas cifras superiores a las del año 2021, donde se registraron 149 asesinatos, en su gran mayoría jóvenes.
Se ha llegado a un punto que la crisis de Quibdó solo se ha convertido en cuestión de cifras, pues fuera de estas estadísticas de muertos, no pasa mayor cosa. Y no pasa nada porque para manejar la compleja situación de descomposición social, y la crisis económica de la ciudad, se necesitan mandatarios con conocimientos y experiencias en el tema. Pero al contrario a las expectativas que se tienen, desafortunadamente, lo que se evidencia es la escasez de mandatarios competentes. El afrontamiento a la crisis que la ciudad vive, no se puede manejar con improvisaciones, inoperancia y mucho menos con terquedad.
Ahora, es de común conocimiento que el alcalde de Quibdó, Martín Sánchez, no ha sido capaz de asumir el problema de orden público. Él se niega a reconocer que el problema se le salió de las manos, y antes, por el contrario, se aferra a expresar que la situación está bajo control. Éste, además, dice que bajo su liderazgo y en trabajo conjunto con la fuerza pública, se está garantizando la seguridad a la ciudadanía. Pero surge un problema, y es que la gran mayoría del pueblo no le cree nada al alcalde, porque diariamente se ve como se ha agravado la inseguridad en Quibdó y el pueblo se inunda cada día más con sangre de sus jóvenes asesinados.
Entonces, es más que justificada la indignación de muchos habitantes de la ciudad de Quibdó, porque ven como una generación entera está desapareciendo y no hay nadie que pueda detener esto. No se ve una salida razonable y coherente a esta crisis social y de orden público. Algo que frustra mucho a los habitantes de la ciudad, es ver el grado de desconexión tan grande, de los principales gobernantes locales. Pareciera que a estos mandatarios se les dificultara entender por qué el descontento del pueblo. Estos, por el contrario, vienen argumentando que el descontento no tiene nada que ver con ellos. Expresan que este es un problema de antaño y ellos solo llevan dos años en sus cargos.
¡Ciertamente, este problema no es nuevo, pero ese hecho no invalida la preocupación del pueblo, por eso mismo los gobernantes deben asumir la realidad, buscar soluciones y tomar acciones inmediatamente!
Se refleja una incapacidad enorme en el manejo de esta crisis, y tanto las autoridades locales como las fuerzas públicas, creen que negar la realidad es la ruta adecuada para llegar a la solución.
Para nadie es un secreto que, en materia económica, Quibdó está por debajo todos los indicadores aceptables, y también se sabe que muchos de los problemas que afectan la población joven son la falta de oportunidades de empleo y la pobreza. Los jóvenes se convierten en carne de cañón de los grupos criminales, que se disputan la zona con el narcotráfico y extorsiones. El sicariato y la delincuencia en todas sus modalidades se convierten en el único trabajo y sustento que estos jóvenes pueden tener.
¡Paradójicamente, son los grupos criminales los que les ofrecen a estos jóvenes un “mejoramiento” en su bienestar diario, así sea a corto plazo! ¡Alarmante panorama!
Por otro lado, en materia de inversión social, lo que la alcaldía municipal en sus políticas públicas ha alcanzado a desarrollar en los dos años de gobierno que lleva, es definitivamente insuficiente y no responde al tamaño de las necesidades reales de la población.
Tampoco existe una claridad de sí un plan integral de seguridad y convivencia ciudadana se ha venido implementando.
El alcalde de Quibdó habla de una apuesta durante su gobierno a obras de infraestructura deportiva, escuelas sociales del deporte y el programa de reconciliación y paz, dando a entender que estas obras han generado un gran impacto en la comunidad.
Indudablemente, al escucharlo todo suena muy bien, pero la realidad es totalmente otra, porque estos programas no han alcanzado un impacto significativo en la población. Y es precisamente allí donde surge el gran interrogante: ¿De cuál impacto social se refiere el alcalde cuando dice que estos programas han alcanzado a la comunidad? Indudablemente, estos programas no han causado el impacto esperado, ya que la situación de los jóvenes va de mal en peor y estos no encuentran actividades sanas que los alejen de la delincuencia y las drogas. El éxito de los programas se debe ver reflejado en el mejoramiento del bienestar y la calidad de vida de las personas beneficiadas, y esto es lo que no se ve.
Finalmente, si algo está claro aquí, es que si el alcalde y otros líderes políticos de la región, se hacen los indiferentes y niegan la compleja situación de la ciudad. Si la fuerza pública no reconoce la falta de control y el caos existente. Si los ciudadanos de Quibdó parpadean y no reaccionan al ver que están perdiendo a sus jóvenes en esta guerra absurda. Y si se siguen permitiendo los discursos políticos, donde el eje central es la mentira, Quibdó continuará en una profunda decadencia y sus habitantes seguirán atrincherados en una desgracia que no se merecen!